sábado, 14 de septiembre de 2013



 
 
TIPs PARA MICRO, PEQUEÑOS
Y
MEDIANOS EMPRESARIOS
 
A riesgo de parecer demasiado cursi, empezaré diciendo que una de las premisas de las cuales debemos partir para favorecer el desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas, consiste en apoyar los valores basados en el amor hacia los connacionales y sus productos: Decir que lo hecho en México está bien hecho debe dejar de ser un simple slogan publicitario para convertirse en una premisa sine qua non del desarrollo personal, empresarial y social; esto es, dejar bien sentado que lo local es mejor que lo foráneo, por lo que debe ser producido con la máxima calidad.
 
De lo anterior se infiere que es necesario fortalecer la idea de que sí lo local es de mejor calidad, luego entonces, sus empresas, sus productos y sus clientes deben ser más confiables que los productos producido o venidos del exterior.
 
Sin embargo, debemos considerar que en caso de que un producto local falle, se debe exigir enérgicamente a los dueños que revaloren sus estándares de calidad, poniendo por delante el orgullo por los productos locales y el patriotismo de su gente.
 
Se debe de anteponer el valor de la confianza en la gente, en su trabajo y en sus productos, por encima de reglamentos, chequeos o denuncias de supuestas o reales faltas cometidas; por lo que la honestidad debe ser cuestión de prestigio e imagen corporativa y de ciudadanía.
 
Otra cuestión a considerar es que por ningún motivo se debe prohibir que los empleados se enamoren y mantengan una relación sentimental o de matrimonio, por lo que promover que el valor del respeto a los derechos individuales debe anteponerse a los derechos o intereses de los demás.
 
Asimismo, se debe fomentar la contratación de los adultos mayores, en empleos que no lo los denigren, sino colocarlos en aquellos puestos en los puedan poner en práctica sus conocimientos y experiencias al servicio de la empresa, de los empleados y de la sociedad en general; es decir, fomentar el valor del respeto hacia las personas de la tercera edad.
 
De igual manera, se debe prohibir el dumping, es decir vender por debajo del costo a fin de atraer clientes y perjudicar a la competencia mediante el engaño; esto es, anteponer el valor de la honestidad y honradez, haciendo conciencia entre los miembros de la sociedad de que lo bueno cuesta, y sí es muy bueno, deberá entonces costar mucho más; lo anterior significa que las promociones y descuentos deben proscribirse, animando a las personas a producir cosas buenas en el entendido de que su trabajo e inversión serán valoradas en sus justos términos por los demás.
 
También es importante considerar el significado de la felicidad, fomentar la idea de que debemos tratar de ser felices con lo que hacemos y consumimos, por lo habremos de nuestra salud física y mental en el trabajo, hacer las cosas con amor y compartir el tiempo e intereses con nuestros seres queridos, con los miembros de nuestra comunidad laboral y con la sociedad en general. En el entendido, de que el dinero llegará después, como producto de lo anterior.
 
 
Cuando se interiorizan y no se traicionan los valores mencionados, el éxito, la prosperidad y la felicidad vienen por sí solos, aumentándose en consecuencia los ingresos y disminuyendo con ello, los índices de marginación y de pobreza material y espiritual de la sociedad.
 
Culiacán Sinaloa, México, verano de 2013
 
Antonypeper

miércoles, 7 de agosto de 2013

SOCIEDAD DE CONSUMO




 
LA GLOBALIZACIÓN, SUS VERTIGINOSOS CAMBIOS
 
Y
 
LA DEMENCIA PROGRESIVA DEL CONSUMIDOR

 

Mario, desde el momento en que llegó a este mundo, nació siendo un consumidor compulsivo sin estar consciente de ello y sin desearlo; sus padres se encargaron de introducirlo en la sociedad de consumo en la que le tocó nacer.

En la medida en que iba creciendo, Mario sentía florecer dentro de su ser una fascinación cada vez más grande por las mercancías que miraba a su alrededor y que le hacían identificarse con ellas, despojándose por voluntad propia de su identidad individual, a la cual  sólo recordaba vagamente, como algo que alguna vez fue suyo, pero que de hecho, nunca lo fue en realidad.

Jamás imaginó, que tal situación había sido generada por la producción masiva de mercancías y por el bombardeo incesante de imágenes, olores, sonidos, texturas y sabores publicitarios que lo incitaban a consumirlos sin ningún control, pues de no hacerlo, le decían una y otra vez, estaría “out”.

Hoy, que estaba frente a su hijo recién nacido, al cual miraba a través del cristal de esa sala de maternidad ricamente adornada por brillantes y abundantes objetos, le vinieron a la mente recuerdos que mantenía escondidos en su subconsciente.

Lo primero que llegó a su mente fue cuando le pusieron el ajuar de recién nacido, luego de haber recibido el primer golpe en la vida que le hizo lanzar un alarido de dolor y patalear desesperadamente intentando regresar al lugar de donde había salido.
 
Le pareció escuchar la voz de su madre cuando le dijo a la enfermera “aquí están los pampers que quiero le ponga, es lo último en pañales para recién nacidos que hay en el mercado”. Ello le hizo comprender, que desde su más tierna infancia, su vida había estado atada a los objetos, los cuales le hacían consumirlos desesperadamente, dónde paradójicamente, los objetos no eran las víctimas, sino que eran sus más despiadados victimarios.

 Con meridiana claridad, se percató que estos objetos, convertidos en “fetiches”, al tener vida efímera, se hacen más peligrosos, pues incitan a ser consumidos a la mayor brevedad, ya que rápidamente quedan obsoletos; por tanto Mario sentía que debía consumirlos”pero ya”, de no ser así, quedaría fuera de la modernidad, fuera de la vertiginosa sociedad de consumo a la cual debía pertenecer para no quedar alejado de las bondades de la globalización, tal y como le machacaban tercamente los anuncios publicitarios que le transmitían los medios de comunicación y los globalifílicos formados en competencias que rodeaban por doquier en todo momento. 

El tiempo, que aparentemente había permanecido casi detenido durante muchos años, de pronto, a partir de fines del siglo XX, comienza a moverse  con mayor rapidez, lo cual le producía un pánico atroz, de ahí que deseara desesperadamente ser formado en competencias que le permitieran asir todos aquellos objetos y que pronto desaparecían de manera vertiginosa y sin dejar huella a su paso.

Se decía a sí mismo, “ponte trucha”, todo es fugaz hoy en día, sí quieres estar “in” debes consumir el producto antes de que deje de estar “a la moda”. Fue en este momento, cuando le vino a la mente el día en que compró su primer coche nuevo por allá en el año de 2010, el cual había dejado de ser “del año” antes de terminar el año, pues a mediados del 2010, ya había aparecido en el mercado el modelo 2011. Su vecino ya tenía ese modelo, por tanto, pensó, debía de cambiar en lo inmediato su auto.

La obsolescencia precoz de los objetos, los hace que surjan y desaparezcan rápidamente cual si fueran hermosas pero fugaces estrellas. Lo que lo hizo pensar, en que quizás, necesitara hacer un alto en el camino y reflexionar en su futuro y en el de su hijo.

Tenía la sensación de estar perdido, vivir en esta sociedad cada vez más compleja y consumidora de productos "chatarra" le provocaba angustia, cosa que le desesperaba. Se sentía asfixiado entre tanta gente, pero al mismo tiempo desolado al no poder comunicarse asertivamente con los demás, a quienes veía como seres extraños que utilizaban formas y reglas de comunicación diferentes y desconocidas.

Esa incertidumbre generada por los cambios enloquecedores que se daban en todas direcciones y en todo momento, le provocaban estados de pánico, que lo hacían buscar desesperadamente algo en que anclarse para no ser arrastrado hacia “quién sabe dónde”.

Por un lado, sentía la imperiosa necesidad de consumir para satisfacer sus crecientes necesidades creadas por la sociedad.
 
Esta hambre de consumir lo que fuese, con tal de satisfacer sus deseos cada vez más extravagantes, es lo que lo impulsó a reflexionar y aprender que en todo debe de haber límites, que no podía seguir por la misma ruta que llevaba.
 
Llegó a la conclusión de qué tenía que sacrificar sus deseos de consumir por consumir, sí es que quería salir avante y permanecer vivo y cuerdo. Qué no por consumir ciertos productos iba a ser el más listo o el más guapo; qué siempre habrá otros que lo serán aún sin consumir esos productos.

Se dijo a sí mismo, la globalización capitalista, ha contribuido enormemente para que la sociedad haga sentir al individuo como un ser desolado, sin referentes culturales, sin nacionalidad, sin tradiciones o costumbres y anclajes que logren asentarlo en un lugar que sienta como propio.

Fue entonces, cuando le vinieron de pronto a la mente recuerdos de cuando sus padres lo llevaban todos los domingos a misa de las 7 de la mañana, pero ya entrando a la juventud, dejó a sus padres que fueran solos a la iglesia por preferir jugar al Nintendo con sus amigos.

Con nostalgia reconoció que su generación y las más recientes lo han tirado todo por la borda y se han quedado prácticamente sin nada, llegando al grado de que los niños de hoy sólo asisten a misa cuando son bautizados, consumen sushi en vez de tortas, o bien, se la llevan pegados a la computadora chateando con sus amigos sin tener el mínimo respeto por las más elementales reglas gramaticales u ortográficas.

En este punto de su reflexión, Mario reconoció que uno de los grandes problemas que enfrentamos en la sociedad actual es el exceso de información, de ahí que debamos aprender a gestionarla para no quedar desbordados y ahogados en ese mar de datos que nos llegan continuamente y que nos invitan a consumir desaforadamente productos nuevos que nos llegan en cascada y que están programados para tener una obsolescencia precoz.

Por tal motivo, esbozando una irónica sonrisa, Mario entregó a la enfermera  el paquete de pañales tarareando la canción “Don't worry…be happy… be huggies”, diciéndose para sus adentros: "el único pañal diseñado en cuidar la delicada piel del recién nacido, especializado por género y etapas de desarrollo de mi bebé".

Finalmente se retiró del lugar pensando en que mañana sería otro día, pero seguro estaba de que debería de buscar las formas de salir de esa vorágine consumista en la que se encontraba sumergido para que su hijo aprendiera a valorar a las personas, no por los objetos que consumían, sino por los valores éticos y morales que posean.

 

Culiacán, Sinaloa, verano de 2013.

Antony Peper

viernes, 17 de mayo de 2013


 
 

EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO Y ESTRÉS LABORAL

El estrés laboral, llevado a niveles extremos, puede desencadenar en el suicidio de quien lo padece, de ahí que deban tomarse las precauciones debidas, por parte de quien administra el recurso humano en las organizaciones, sean estas privadas, públicas o sociales.

Los nuevos métodos de trabajo de las organizaciones actuales, pero sobre todo las los que se refieren a las formas de evaluar el desempeño laboral, han repercutido negativamente en la salud mental de los empleados y por ende en las relaciones laborales entre los miembros de las organizaciones, impactándose más que nada en las relaciones entre pares, ya que dichos métodos de trabajo y formas de evaluación del desempeño generan sentimientos individualistas que los alejan cada vez más de la solidaridad entre iguales.

En términos generales, las empresas y/o instituciones gestionan el recurso humanos potenciando la competencia entre compañeros, y entre jefes y subordinados, lo que puede generar sentimientos de angustia creciente, que al desbordarse pueden provocar el suicidio en quien la padece. En sí toda forma de estrés laboral implica riesgos de suicidio, pues como lo dice Martínez Planza, “El karoshi es un término acuñado en Japón para designar la muerte por exceso de trabajo en entornos laborales que se caracterizan por un alto grado de demanda laboral, un bajo grado de apoyo social y niveles variables en el control del trabajo.” (Martínez Plaza, 2010)

Lo anterior significa que se deben hacer esfuerzos para evitar situaciones como estas, ya que de lo contrario los miembros de la organización pueden enfermar de depresión laboral, que al no ser tratada, por no percatarse a tiempo de que el origen está dentro de la misma organización, particularmente en el puesto de trabajo, la situación puede agravarse a tal grado, que el individuo puede atentar contra su vida o en contra de sus compañeros, subalternos o jefes.

En las organizaciones contemporáneas, se ha venido haciendo hincapié en la formación profesional o laboral por competencias, lo que implica la evaluación individual del rendimiento laboral, demandándose la calidad total y la precarización de las condiciones laborales en aras de lograr la competitividad organizacional, es decir, ser más eficiente mediante la explotación creciente del trabajo, sacrificando las inversiones en capital. Ello conduce a los trabajadores a una competencia desbordada, ya que las evaluaciones continuas ponen en juego su continuidad en el puesto, o en su defecto los asensos o despidos a los que está expuesto.

 

Alejandra Apiquian, psicóloga de la Universidad Anahuac de México dice que “La gran competitividad e inseguridad laboral así como las exigencias del medio, los cambios trascendentales en los enfoques de la vida y las costumbres, condicionan un ritmo vertiginoso, que genera angustia, agotamiento emocional, trastornos en los ritmos de alimentación, actividad física y descanso, con dolencias físicas, psíquicas y factores de riesgo en la salud de los individuos del nuevo milenio” (Apiquian Guitart, 2007)

El hecho de que a un trabajador le vaya bien en la evaluación, significa que a otro de suyo le vaya mal, lo que va deteriorando los lazos de solidaridad y cooperación que debe existir en toda organización económica o social, lo que siembra un ambiente hostil en el contexto laboral y social entre todos los miembros de la empresa.

Las modificaciones el la normatividad laboral que se han dado en los últimos años, sobre todo a partir de la década de los 90´s, se han efectuado en detrimento de las condiciones laborales de los trabajadores, ya que éstas han significado una gran inestabilidad en el trabajo, pues los contratos han tendido a individualizarse y a limitar la existencia de los contratos colectivos de trabajo; lo que ha conducido a que se haya pasado a celebrar contratos de trabajo por tiempo determinado o por horas, dejándose en consecuencia de signar contratos por tiempo indefinido, dejándose al trabajador en la incertidumbre laboral.

En estos nuevos ambientes laborales, los trabajadores han dejado de compartir gran parte de su vida con otros trabajadores, lo que ha debilitado  los lazos de solidaridad laboral, de compañerismo, colaboración y de amistad; recrudeciéndose en contraparte los sentimientos individualistas y de competencias personales que sólo favorecen el egoísmo, la envidia, la angustia, la soledad, la simulación, el rencor o la apatía. De ahí, que no deba de extrañar, que sí un compañero de trabajo cae en depresión laboral, se le deje solo, o en su defecto, se digan o hagan cosas para eliminarlo de la competencia, pues como dice el dicho "entre menos burros más olotes".

En los contextos laborales actuales, donde el trabajador es evaluado de manera permanente y en términos individuales, sucede que los trabajadores que más están comprometidos con la visión y misión de la empresa en general y con su puesto de trabajo en particular, son los que están en mayor riesgo de caer en depresión laboral, en virtud de que las empresas les exigen que se comprometan al máximo, pero, a su vez, estas mismas empresas pueden deshacerse de ellos, en cualquier momento, como si fueran un trasto viejo e inservible.

Lo anterior, resulta ser sumamente peligroso para un trabajador que se ha comprometido “al 100%” con la empresa, pues un cambio de actitud de la empresa, que sientan como  un acto injusto, pueden llevarlos con facilidad a la depresión; en cambio los trabajadores que mantienen una sana distancia o “van nadando de muertito” comprometiéndose solo lo justo para no ser despedidos, en el momento en que la compañía se vuelve injusta, no lo sienten tanto, como para llegar a la depresión laboral o caer, en su defecto, en intentos de suicidio o atentar contra la empresa o en contra del compañero o jefe que haya cometido la injusticia que dio origen al despido.

Para detener este proceso o prevenir que se genere, lo primero que se debe hacer es evitar la evaluación del desempeño individualizada y centrar la atención en el trabajo colectivo.

Se requiere además, que los directivos de las organizaciones inicien procesos de participación que hagan que la gente hable y que se le escuche y atiendan sus opiniones, que acepten los debates abiertos y constructivos, que se busquen acuerdos donde estén representados los sentimientos e ideas de todos los sectores o miembros de la organización.

Se requiere pues, que se fomenten valores tales como: la cooperación, la solidaridad, la justicia, la equidad, la lealtad y el bien común, pues si le va bien a la empresa, le debe ir bien también a los trabajadores.

No hay nada más angustiante para un trabajador, que no saber sí el día de mañana tendrá el aumento salarial deseado, o lo que es peor, sí será despedido, merced a los resultados de la evaluación de su desempeño.

Es conveniente aclarar, que existe la idea en boga en los ámbitos empresariales de que todo puede ser medido y evaluado, sin embargo, la realidad nos dice que no se puede medir el trabajo, porque sólo se puede medir lo que se ve, y en el trabajo intervienen una serie de procesos subjetivos que escapan a la vista. En todo caso, se pueden estimar los resultados del trabajo, pero no hay relación directa y necesaria entre el trabajo mismo y sus resultados., por lo que evaluar el desempeño individual de los trabajadores sólo conduce a que las tensiones laborales se acentúen en detrimento de la salud mental de los mismos los miembros de la organización entera y de la vida económica y social de la empresa en su conjunto.

De ahí que sí se pretende evaluar el desempeño individual del trabajador, sin detrimento de su salud mental, debe primarse el trabajo colectivo, por encima del trabajo individual, a fin de no afectar la solidaridad, la colaboración, la cooperación y el trabajo en equipo, tan necesarios para la vida saludable de las organizaciones empresariales y de la sociedad en general.

La evaluación de desempeño en no pocas ocasiones genera estrés laboral y malestar entre los trabajadores, con efectos negativos para las organizaciones en general, pues afecta la productividad de los trabajadores, de ahí que al evaluar el desempeño, se deban seguir ciertos lineamientos a fin de que esta evaluación se convierta en una herramienta eficaz para el cumplimiento de los objetivos, tanto de los trabajadores como de la organización en general.

 Dichos lineamientos a seguir, los podemos resumir en los siguientes puntos:

·         Identificar claramente los conocimientos necesarios para que el trabajador pueda desempeñarse con eficiencia, eficacia y efectividad en el puesto de trabajo.

·         Determinar cuáles son las funciones y actividades más importantes a desarrollar en el puesto, correlacionándolos con las metas y resultados a alcanzar en un período determinado.

·         Compartir los puntos anteriores con el trabajador para que éste pueda participar en lo que habrá de ser evaluado, formando parte de su propia evaluación.

·         Una vez hecho lo anterior, es conveniente definir la metodología a seguir, dependiendo de los objetivos y quien o quienes habrán de evaluar el desempeño laboral: el jefe (90°), sus pares(180°), los subalternos(360°).

·         Determinar la periodicidad de las evaluaciones: Sí es breve, puede ser cada mes o trimestralmente (el empleado del mes); Sí es más completa (dependiendo del puesto y de las metas fijadas), puede ser semestral o anualmente. Es conveniente que los resultados sean conocidos lo más pronto posible a fin de que se haga la retroalimentación correspondiente y sean implementados los correctivos pertinentes para disminuir las debilidades y aumentar las fortalezas, aprovechando las oportunidades y se afronten las amenazas.

·         Al tener los resultados de la evaluación, se requiere incorporar la autoevaluación; ello, para que el trabajador se interiorice en las funciones y actividades que realiza o debe realizar para un óptimo desempeño.

·         Una vez logrado lo anterior, es necesario socializar los resultados mediante un reporte escrito, el cual será valorado en colectivo. Estas valoraciones habrán de servir de guía para que tanto el trabajador como los directivos de la organización sepan el grado en que se están cumpliendo los objetivos y metas individuales y organizacionales, realizando en consecuencia, los ajustes de mejora que se consideren pertinentes.

Un sistema de evaluación del desempeño, que siga estos lineamientos, probablemente permita contar con trabajadores y directivos orientados al logro de resultados, en el sentido de que se destacará lo positivo (fortalezas y oportunidades) y corregir lo negativo ( debilidades y amenazas), con lo que consecuentemente se fortalecerá el trabajo en equipo, dónde los que obtengan los mejores resultados apoyarán al resto del personal, disminuyéndose en consecuencia una de las muchas causas del estrés laboral.

Cómo punto final, es conveniente apuntar, que durante todo el proceso de evaluación del desempeño es necesario mantener una comunicación fluida y clara entre los que evaluarán y serán evaluados, así como en los resultados y los posteriores pasos a seguir, ya sea en la capacitación de los miembros de la organización que fueron evaluados o en la modificación de los objetivos y metas personales y organizacionales; todo ello, en un ambiente organizacional y en un clima laboral favorable para el logro de un futuro más prometedor para la empresa y sus miembros.

Culiacán, Sinaloa, verano de 2013

ANTONY PEPER

 
 

domingo, 2 de diciembre de 2012

PSICOTERAPIA EN EL ÁMBITO EDUCATIVO

 

LA PSICOTERAPIA EN EL ÁMBITO EDUCATIVO

Diariamente, los docentes se enfrentan a diversas problemáticas que les afectan como individuos o como colectividad, tales como bullying, drogadicción, pandillerismo, deserción, embarazos no deseados, reprobación, entre otros. Para abordarlos no sólo se requiere de la habilidad de generar confianza y el acercamiento pertinente entre el docente y el alumno, se necesita sobre todo, contar con las herramientas psicoterapéuticas para que el primero pueda realizar una labor educativa más eficiente en beneficio del segundo.
Lo anterior implica, diseñar estrategias tendientes a fomentar la creación de programas que aporten los fundamentos encaminados a fortalecer la labor en el área psicoeducativa de las instituciones escolares, con los cuales se habilite a los profesores para desempeñarse profesionalmente en el apoyo a la solución de problemáticas educativas individuales y/o colectivas, tanto dentro como fuera del centro escolar.
Es necesario pues, que el docente, aborde los problemas psicoeducativos, dando prioridad al análisis y solución particular de casos conflictivos, generando propuestas psicoterapéuticas de intervención más eficaces.
Para lograr lo anterior, el docente debe aprender a diseñar estrategias eficaces de intervención para problemas académicos y conductuales que se presentan eventual o cotidianamente en los estudiantes.
Se requiere además que sea capaz de determinar las tácticas más idóneas de integración escolar para motivar un clima institucional lo más adecuado posible; ello implica que la psicoterapia en el ámbito educativo, deberá estar orientada a realizar acciones integralmente planeadas de:
  • Prevención
  • Orientación
  • Asistencia
  • Rehabilitación
  • Supervisión de casos
  • Detección de problemas psicosociales y educativos
  • Intervención socio-educativa
  • Asesoramiento individual, familiar e institucional
Mediante estas acciones, el docente estará en condiciones de mejorar la calidad del trabajo que realiza tanto dentro como fuera de los espacios áulicos, en el entendido de que se habrán generado las bases necesarias para compartir valores y normas cognitivas, conductuales y afectivas entre todos los miembros de la comunidad escolar y de sus familias.
Con lo anterior, se contribuye, desde el área psicoeducativa, a satisfacer la necesidad que todos los docentes tienen de compartir sus experiencias, aclarar dudas, confirmar sus planteamientos en el abordaje de un determinado caso, analizar situaciones concretas que han surgido durante la intervención, o conocer los avances en el abordaje de los distintos problemas psicológicos en el ámbito educativo.
Una cuestión que también es necesario destacar, es el hecho de que se abre la posibilidad de que tanto docentes, como directivos, estudiantes y familiares, se inicien en la búsqueda sistemática y fundamentada de soluciones conjuntas en torno a problemas tales como: indisciplina, faltas de respeto, intolerancia, entre otros; por lo que en ésta indagación remedial, se podrán iniciar procesos de formación permanente y colectiva en todos los integrantes de la comunidad educativa.
La psicoterapia en el ámbito educativo se desarrolla en los niveles siguientes:
  • Intervención: Proporcionar herramientas para detectar y prevenir desadaptaciones funcionales, psicológicas, educativas y sociales, con lo que se está en condiciones de evaluar las capacidades personales, grupales e institucionales, a fin de promover el desarrollo de soluciones más eficaces.
  • Orientación y asesoramiento: Promover la participación en la organización, planificación, desarrollo y evaluación de los procesos de orientación y asesoramiento vocacional, profesional y ocupacional para colaborar en el desarrollo de las competencias profesionales de las sujetos escolares, en la clarificación de sus proyectos de vida, en la idea de apoyarse colectivamente, no sólo del hacer, sino en el ser de los miembros de la comunidad escolar.
  • Prevención: Detectar las influencias más significativas del contexto sociocultural de la comunidad escolar para elaborar programas tendientes al desarrollo de las capacidades psico-socio educativas, previniendo las consecuencias negativas que pudieran generar las diferencias entre las necesidades de la población escolar y las respuestas de los sistemas sociales, culturales y comunitarios, en aspectos tales como: la adaptación inicial a la escuela, detección precoz de de alumnos , docentes y directivos con necesidades educativas especiales, drogadicción, alcoholismo, entre otras.
Culiacán, Sinaloa, invierno de 2012
Antony Peper

martes, 13 de noviembre de 2012


Dr. Mario A. Rosen


HOY NO SABEMOS QUIEN CAMBIÓ LAS REGLAS.
SOMOS INSOLENTES, ARBITRARIOS, INTOLERANTES, IRRESPETUOSOS...
W.CHARLS Z
El Dr. Mario A. Rosen es médico, educador, escritor, y empresario exitoso.
Tiene 63 años.
Socio fundador de Escuela de Vida, Columbia Training System, y Dr. Rosen & Asociados.
Desde hace 15 años coordina grupos de entrenamiento en Educación Responsable para el Adulto.
 
Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:
Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.
Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.
 
Y esta regla se cumplía en ese estricto orden.
Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: "Ya van a ver cuando llegue papá".
 Porque las mamás estaban en su casa.
Porque todos los papás salían a trabajar...
Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.
No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue.
El respeto por la Autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.
Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar.
Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían.
Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas..
Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse.
De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.
Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como eran "lavarse las manos antes de sentarse a la mesa" o "escuchar cuando los mayores hablan".
 
Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran.
 
No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.
Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié "las reglas" mediante el sano y excitante proceso de la "travesura" que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites.
Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente.
La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental.
No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables.
 
No me diga, uno así vive en un mundo predecible.
El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios.
 
Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas.
Tampoco existía el dos por uno.
A tal travesura tal castigo.
Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.
Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa.
Pero no, lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había travesuras sin castigo y una enorme cantidad de reglas que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido.
 
El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba.
Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad".
 
¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad.
 
En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata.
 
Pero también había piedad. Le explicaré: Justicia, porque "el que las hace las paga".
Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado y así su dignidad quedaba intacta y en pie.
Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos.
 
Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.
 
Las reglas eran claras.
Los castigos eran claros.
Así fue en mi casa.
Y así creí que sería en la vida.
 
Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara.
 
En mi casa había una "Tercera Regla" no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado.
 
Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:
Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.
 
Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó.
 
LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable.
 
Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes.
 
La insolencia de romper la regla, sentirse muy "vivo", e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar.
 
Así no hay remedio.
El mal del mundo es la insolencia.
 
La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza.
 
La insolencia hace un culto de cuatro principios:
- Pretender saberlo todo.
- Tener razón hasta morir.
- No escuchar.
- Tú me importas, sólo si me sirves.
 
La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación.
 
La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los que sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar.
 
 
Léalo otra vez, porque parece mentira.
Así nos vamos a quedar sin trabajo todos.
Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.
 
Bueno, y así están las cosas.
 
Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya?
Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?
 
Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría.
 
Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes?
 
Yo se lo voy a contestar.
PORQUE es más cómodo, y uno se acostumbra a cualquier cosa para no tener que hacerse responsable.
 
Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado o criticado.
 
Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados.
 
Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas.
Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros.
No tire papeles en la calle.
Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un bote de basura.
Si no hay un bote de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre.
Si ve a alguien tirando un papel en la calle simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1.
 
No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.
 
Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.
 
Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón.
 
Sea educado al manejar, dar el paso demuestra educación.
 
Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.
 
 
Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA.
 
Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual.
 
Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada...
 
Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa.
Porque hay que aprender a hacerlo todos los días.
 
Ése es el desafío.
 
Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo.
 
Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina o cargará siempre con el arrepentimiento.
 
¿A USTED QUÉ LE PARECE?
 
¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE?
 
 
Espero no haber sido insolente.
 
En ese caso, disculpe.
 
Dr. Mario Rosen
(¿Sería muy insolente si le pido que lo reenvíe?)







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Saludos