viernes, 17 de mayo de 2013


 
 

EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO Y ESTRÉS LABORAL

El estrés laboral, llevado a niveles extremos, puede desencadenar en el suicidio de quien lo padece, de ahí que deban tomarse las precauciones debidas, por parte de quien administra el recurso humano en las organizaciones, sean estas privadas, públicas o sociales.

Los nuevos métodos de trabajo de las organizaciones actuales, pero sobre todo las los que se refieren a las formas de evaluar el desempeño laboral, han repercutido negativamente en la salud mental de los empleados y por ende en las relaciones laborales entre los miembros de las organizaciones, impactándose más que nada en las relaciones entre pares, ya que dichos métodos de trabajo y formas de evaluación del desempeño generan sentimientos individualistas que los alejan cada vez más de la solidaridad entre iguales.

En términos generales, las empresas y/o instituciones gestionan el recurso humanos potenciando la competencia entre compañeros, y entre jefes y subordinados, lo que puede generar sentimientos de angustia creciente, que al desbordarse pueden provocar el suicidio en quien la padece. En sí toda forma de estrés laboral implica riesgos de suicidio, pues como lo dice Martínez Planza, “El karoshi es un término acuñado en Japón para designar la muerte por exceso de trabajo en entornos laborales que se caracterizan por un alto grado de demanda laboral, un bajo grado de apoyo social y niveles variables en el control del trabajo.” (Martínez Plaza, 2010)

Lo anterior significa que se deben hacer esfuerzos para evitar situaciones como estas, ya que de lo contrario los miembros de la organización pueden enfermar de depresión laboral, que al no ser tratada, por no percatarse a tiempo de que el origen está dentro de la misma organización, particularmente en el puesto de trabajo, la situación puede agravarse a tal grado, que el individuo puede atentar contra su vida o en contra de sus compañeros, subalternos o jefes.

En las organizaciones contemporáneas, se ha venido haciendo hincapié en la formación profesional o laboral por competencias, lo que implica la evaluación individual del rendimiento laboral, demandándose la calidad total y la precarización de las condiciones laborales en aras de lograr la competitividad organizacional, es decir, ser más eficiente mediante la explotación creciente del trabajo, sacrificando las inversiones en capital. Ello conduce a los trabajadores a una competencia desbordada, ya que las evaluaciones continuas ponen en juego su continuidad en el puesto, o en su defecto los asensos o despidos a los que está expuesto.

 

Alejandra Apiquian, psicóloga de la Universidad Anahuac de México dice que “La gran competitividad e inseguridad laboral así como las exigencias del medio, los cambios trascendentales en los enfoques de la vida y las costumbres, condicionan un ritmo vertiginoso, que genera angustia, agotamiento emocional, trastornos en los ritmos de alimentación, actividad física y descanso, con dolencias físicas, psíquicas y factores de riesgo en la salud de los individuos del nuevo milenio” (Apiquian Guitart, 2007)

El hecho de que a un trabajador le vaya bien en la evaluación, significa que a otro de suyo le vaya mal, lo que va deteriorando los lazos de solidaridad y cooperación que debe existir en toda organización económica o social, lo que siembra un ambiente hostil en el contexto laboral y social entre todos los miembros de la empresa.

Las modificaciones el la normatividad laboral que se han dado en los últimos años, sobre todo a partir de la década de los 90´s, se han efectuado en detrimento de las condiciones laborales de los trabajadores, ya que éstas han significado una gran inestabilidad en el trabajo, pues los contratos han tendido a individualizarse y a limitar la existencia de los contratos colectivos de trabajo; lo que ha conducido a que se haya pasado a celebrar contratos de trabajo por tiempo determinado o por horas, dejándose en consecuencia de signar contratos por tiempo indefinido, dejándose al trabajador en la incertidumbre laboral.

En estos nuevos ambientes laborales, los trabajadores han dejado de compartir gran parte de su vida con otros trabajadores, lo que ha debilitado  los lazos de solidaridad laboral, de compañerismo, colaboración y de amistad; recrudeciéndose en contraparte los sentimientos individualistas y de competencias personales que sólo favorecen el egoísmo, la envidia, la angustia, la soledad, la simulación, el rencor o la apatía. De ahí, que no deba de extrañar, que sí un compañero de trabajo cae en depresión laboral, se le deje solo, o en su defecto, se digan o hagan cosas para eliminarlo de la competencia, pues como dice el dicho "entre menos burros más olotes".

En los contextos laborales actuales, donde el trabajador es evaluado de manera permanente y en términos individuales, sucede que los trabajadores que más están comprometidos con la visión y misión de la empresa en general y con su puesto de trabajo en particular, son los que están en mayor riesgo de caer en depresión laboral, en virtud de que las empresas les exigen que se comprometan al máximo, pero, a su vez, estas mismas empresas pueden deshacerse de ellos, en cualquier momento, como si fueran un trasto viejo e inservible.

Lo anterior, resulta ser sumamente peligroso para un trabajador que se ha comprometido “al 100%” con la empresa, pues un cambio de actitud de la empresa, que sientan como  un acto injusto, pueden llevarlos con facilidad a la depresión; en cambio los trabajadores que mantienen una sana distancia o “van nadando de muertito” comprometiéndose solo lo justo para no ser despedidos, en el momento en que la compañía se vuelve injusta, no lo sienten tanto, como para llegar a la depresión laboral o caer, en su defecto, en intentos de suicidio o atentar contra la empresa o en contra del compañero o jefe que haya cometido la injusticia que dio origen al despido.

Para detener este proceso o prevenir que se genere, lo primero que se debe hacer es evitar la evaluación del desempeño individualizada y centrar la atención en el trabajo colectivo.

Se requiere además, que los directivos de las organizaciones inicien procesos de participación que hagan que la gente hable y que se le escuche y atiendan sus opiniones, que acepten los debates abiertos y constructivos, que se busquen acuerdos donde estén representados los sentimientos e ideas de todos los sectores o miembros de la organización.

Se requiere pues, que se fomenten valores tales como: la cooperación, la solidaridad, la justicia, la equidad, la lealtad y el bien común, pues si le va bien a la empresa, le debe ir bien también a los trabajadores.

No hay nada más angustiante para un trabajador, que no saber sí el día de mañana tendrá el aumento salarial deseado, o lo que es peor, sí será despedido, merced a los resultados de la evaluación de su desempeño.

Es conveniente aclarar, que existe la idea en boga en los ámbitos empresariales de que todo puede ser medido y evaluado, sin embargo, la realidad nos dice que no se puede medir el trabajo, porque sólo se puede medir lo que se ve, y en el trabajo intervienen una serie de procesos subjetivos que escapan a la vista. En todo caso, se pueden estimar los resultados del trabajo, pero no hay relación directa y necesaria entre el trabajo mismo y sus resultados., por lo que evaluar el desempeño individual de los trabajadores sólo conduce a que las tensiones laborales se acentúen en detrimento de la salud mental de los mismos los miembros de la organización entera y de la vida económica y social de la empresa en su conjunto.

De ahí que sí se pretende evaluar el desempeño individual del trabajador, sin detrimento de su salud mental, debe primarse el trabajo colectivo, por encima del trabajo individual, a fin de no afectar la solidaridad, la colaboración, la cooperación y el trabajo en equipo, tan necesarios para la vida saludable de las organizaciones empresariales y de la sociedad en general.

La evaluación de desempeño en no pocas ocasiones genera estrés laboral y malestar entre los trabajadores, con efectos negativos para las organizaciones en general, pues afecta la productividad de los trabajadores, de ahí que al evaluar el desempeño, se deban seguir ciertos lineamientos a fin de que esta evaluación se convierta en una herramienta eficaz para el cumplimiento de los objetivos, tanto de los trabajadores como de la organización en general.

 Dichos lineamientos a seguir, los podemos resumir en los siguientes puntos:

·         Identificar claramente los conocimientos necesarios para que el trabajador pueda desempeñarse con eficiencia, eficacia y efectividad en el puesto de trabajo.

·         Determinar cuáles son las funciones y actividades más importantes a desarrollar en el puesto, correlacionándolos con las metas y resultados a alcanzar en un período determinado.

·         Compartir los puntos anteriores con el trabajador para que éste pueda participar en lo que habrá de ser evaluado, formando parte de su propia evaluación.

·         Una vez hecho lo anterior, es conveniente definir la metodología a seguir, dependiendo de los objetivos y quien o quienes habrán de evaluar el desempeño laboral: el jefe (90°), sus pares(180°), los subalternos(360°).

·         Determinar la periodicidad de las evaluaciones: Sí es breve, puede ser cada mes o trimestralmente (el empleado del mes); Sí es más completa (dependiendo del puesto y de las metas fijadas), puede ser semestral o anualmente. Es conveniente que los resultados sean conocidos lo más pronto posible a fin de que se haga la retroalimentación correspondiente y sean implementados los correctivos pertinentes para disminuir las debilidades y aumentar las fortalezas, aprovechando las oportunidades y se afronten las amenazas.

·         Al tener los resultados de la evaluación, se requiere incorporar la autoevaluación; ello, para que el trabajador se interiorice en las funciones y actividades que realiza o debe realizar para un óptimo desempeño.

·         Una vez logrado lo anterior, es necesario socializar los resultados mediante un reporte escrito, el cual será valorado en colectivo. Estas valoraciones habrán de servir de guía para que tanto el trabajador como los directivos de la organización sepan el grado en que se están cumpliendo los objetivos y metas individuales y organizacionales, realizando en consecuencia, los ajustes de mejora que se consideren pertinentes.

Un sistema de evaluación del desempeño, que siga estos lineamientos, probablemente permita contar con trabajadores y directivos orientados al logro de resultados, en el sentido de que se destacará lo positivo (fortalezas y oportunidades) y corregir lo negativo ( debilidades y amenazas), con lo que consecuentemente se fortalecerá el trabajo en equipo, dónde los que obtengan los mejores resultados apoyarán al resto del personal, disminuyéndose en consecuencia una de las muchas causas del estrés laboral.

Cómo punto final, es conveniente apuntar, que durante todo el proceso de evaluación del desempeño es necesario mantener una comunicación fluida y clara entre los que evaluarán y serán evaluados, así como en los resultados y los posteriores pasos a seguir, ya sea en la capacitación de los miembros de la organización que fueron evaluados o en la modificación de los objetivos y metas personales y organizacionales; todo ello, en un ambiente organizacional y en un clima laboral favorable para el logro de un futuro más prometedor para la empresa y sus miembros.

Culiacán, Sinaloa, verano de 2013

ANTONY PEPER