UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA
FACULTAD DE TRABAJO SOCIAL
VI CONGRESO INTERNACIONAL DE TRABAJO SOCIAL.
VIII CONGRESO NACIONAL DE TRABAJADORES SOCIALES DE LA
SALUD.
II CONGRESO NACIONAL E INTERNACIONAL
DE REHABILITACIÓN SOCIAL Y OCUPACIONAL:
¨Hacia la Construcción de una Intervención Social Transformadora
TEMA:
“EVALUACIÓN DE LA POLÍTICA SOCIAL EN LA SECRETARIA DE SALUD Y
LA INTERVENCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL”
EJE TEMÁTICO:
La investigación para la acción social
PONENTES:
MC. Marisela Rivera Montoya.
MC. Juana Cruz Fernández
Facultad de Trabajo Social, Culiacán Sinaloa, México.
maestra_uas@hotmail.com
Asesoras:
Dra. Rosalinda Gastélum Gámez
Dra. Sandra Irene Reyes García.
Ciudad de la Habana, Cuba, mayo 23-27 de 2011
Introducción:
Este trabajo investigativo es parte de un programa de Doctorado en Trabajo Social
de la Universidad Autónoma de Sinaloa, que es pionera en este proyecto de
posgrado, y se ha venido construyendo a partir de algunos ejes temáticos que no
han presentado modificaciones como son: Política Social, Trabajo Social,
evaluación y sistema de salud. Título: “Evaluación de La Política Social en la
Secretaria De Salud: Caso Hospital De La Mujer”. Cuyos Objetivos son:
Explicar cómo se implementan los programas de salud en atención a las usuarias
que acuden al hospital de la mujer, como influye la estructura del sistema
mexicano de salud y encontrar modalidades cualitativas de evaluación de la
política social, desde la perspectiva de Trabajo Social.
Lo que presentamos a continuación es parte de la revisión del estado del arte, que
forma parte del marco teórico que respalda el proceso investigativo que
actualmente se está realizando.
El área de la salud como Campo de intervención del Trabajo Social.
La disciplina de Trabajo Social, tiene una amplia cobertura de intervención, siendo
su principal campo de acción dentro de la ejecución de las políticas Sociales.
Para abordar esta temática, fue necesario analizar las propuestas teóricas desde
los especialistas de la disciplina de Trabajo Social (García Salord:1991, Ander
Egg:1996, Montaño:1998, De Robertis :2003 y Lamamoto:2003), quienes abordan
desde la particular perspectiva del Trabajo Social.
Según Bourdieu (1999:53), todo comportamiento está situado en un campo de
acción particular, un sistema de evaluación y de prácticas que lo definen
marcando las “reglas de juego”. Todos los agentes que interactúan en un campo
tienen una posición relativa, de acuerdo a los recursos de que disponen y con los
que pueden intervenir.
Por esto es que creemos pertinente afirmar que el campo
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formativo, es responsable en cierta medida de otorgar recursos a los agentes
para intervenir y posicionarse en los diferentes espacios del campo.
Los campos ofrecen a los agentes “espacios de posibilidades” que se construyen
históricamente y tienen relativa autonomía con las determinaciones directas del
entorno económico y social del momento (Bourdieu; 1999:53-54), este espacio de
alguna manera, “define el universo de los problemas, de las referencias, de los
referentes intelectuales.”
Creemos que la desinstitucionalización en el campo académico de la temática de
evaluación de programas sociales en materia de salud tiene que ver con esta
construcción de espacios de posibilidades planteada por Bourdieu en donde se da
cabida a determinadas temáticas y corrientes de pensamiento conformándose
“modas académicas” que dejan sin lugar a temáticas “viejas” o tradicionales para
el Trabajo Social.
García Salord (1991:44), afirma que las áreas de intervención se estructuran con
base a dos tipos de demandas: el mercado de trabajo y la demanda social. Esto
delimita que en el campo profesional existan, por un lado áreas emergentes,
donde encontramos que su desarrollo es embrionario e incipiente, las potenciales:
no se han estructurado pero pueden llegar a hacerlo y las alternativas que no
están legitimadas socialmente.
De acuerdo al grado de formalización de las áreas
de intervención se configuran en el campo dos tipos de Espacios del ejercicio
profesional: las instituciones y las comunidades.
Al respecto señalaremos que todo campo profesional se estructura en relación con
ciertos imperativos sociales que plantean como necesario un tipo de práctica.
Dichos imperativos sociales se estructuran a partir de obstáculos en el proceso de
producción y reproducción de la vida social, derivados de las contradicciones
estructurales que caracterizan cada sociedad; y se expresan como “problemas
sociales”.
A decir de Bordieu cada campo es un campo de fuerzas caracterizado
por una distribución desigual de los recursos y por una correlación de fuerzas
entre dominantes y dominados donde los actores se enfrentan para conservar o
transformar esta correlación de fuerzas.
Trabajo Social no se desenvuelve, como práctica profesional, en una comunidad
de intereses, cohesionada por la doctrina como código común, ni se ubica en
calidad de creyente o servidor comprometido, sino como trabajador asalariado de
una institución que tiene objetivos precisos e incluye el trabajador social como
especialista que puede intervenir en el tratamiento y atención de los problemas y
necesidades sociales. (Salord, 1991:36),
Por su parte Ander Egg, aporta un concepto de áreas, más general y englobante.
Hace referencia a seis subsistemas que configuran el sistema de bienestar social.
En un área se pueden incluir diferentes campos de actuación que alude los
ámbitos de intervención social propios de la profesión. El concepto sectores de
intervención, hace referencia al conjunto de colectivos humanos que tienen
características en común y con los cuales o para los cuales, se realizan
determinadas actividades o se ofrecen prestaciones o servicios. (1996:34).
Los
campos desde la concepción estructuralista de Bordieu se refieren a las
instituciones en la acepción relacional como configuración de relaciones entre
actores individuales y colectivos.
Las áreas o campos históricamente identificados en Trabajo Social han sido: la
salud, educación, programas de vivienda, empresa y sindicato, ámbito rural,
familia, infancia, psiquiatría, drogodependencia, criminología, sistema de
seguridad social, tercera edad. (Ander Egg, 1996:36).
Si observamos el conjunto
de organismos o agencias de prestación de servicios sociales, constatamos que la
mayoría de profesionales trabaja en instituciones públicas, es decir en la
operativización de la política social.
En los últimos años se ha ido acrecentando la incorporación de trabajadores
sociales en organizaciones no gubernamentales que prestan este tipo de
servicios. Esta tendencia se acentúa por dos directrices de los últimos años de
signo diferente: con el desarrollo de nuevos movimientos sociales (en general de
signo progresista) y el traspaso del sector privado de determinados servicios y
prestaciones sociales, como lo propugna (y realizan) determinadas tendencias
neoconservadoras y como parte de la política neoliberal imperante en el contexto
actual.
Otro reconocido teórico contemporáneo del Trabajo Social (Montaño, 1998:135),
afirma que hoy no se puede demarcar claramente el “espacio profesional”, los
límites teórico-prácticos de cada disciplina, especialmente en el área social. No es
posible dividir las profesiones en compartimientos estancos. En la medida que las
profesiones se desarrollan, crean nuevos saberes y profundizan los viejos, los
campos de conocimiento de “especializan” intra-profesionalmente; se crean “subcampos”
y “especialidades” al interior de cada profesión, esta es la principal crítica
a la especificidad.
Al respecto Bordieu señala “… no existe una representación
unidimensional del espacio social, sino pluridimensional cuando en el campo
social coparticipan diversos campos autónomos y cada uno de ellos define un
modo de dominación específico”.
La fuente de demanda de intervención está en la existencia de la llamada
“cuestión social”, castigando los sectores subalternos.(Montaño, 1998: 50).
Lo que
el Trabajo Social puede (y debe) hacer para alterar y/o actualizar su
legitimidad…es: captar nuevas demandas o demandas emergentes (así como las
nuevas determinaciones de aquellas ya tradicionales a la práctica profesional) y
cualificarse para dar respuesta a estas demandas, que en la actualidad debe ir
más allá de simples labores técnico-operativas.
En base a la argumentación
anterior, se perfila como pertinente la incursión de los profesionistas de Trabajo
Social en la Evaluación de Programas Sociales como parte de una acción que
logre legitimar a la profesión.
Abordar el Trabajo Social como trabajo, supone aprehender la “práctica
profesional” profundamente condicionada por relaciones entre estado y sociedad
civil, por las relaciones entre clases en la sociedad, rompiendo el endogenismo.
(Lamamoto, 2003:35).
Según Gramsci, cuando el estado se “amplia” y pasa a
tratar la cuestión social a través del uso de la coerción y buscando el consenso en
la sociedad, son creadas las bases históricas de nuestra demanda profesional.
En relación al campo profesional, según Cristina de Robertis, (2003:33) Trabajo
Social posee un campo propio de actividad, la articulación entre persona y
sociedad, creando o manteniendo lazos entre lo individual y colectivo.
Retomando
las aportaciones de Guidens en la teoría de la estructuración, la constitución de los
agentes y de las estructuras no son dos conjuntos independientes dados de
fenómenos, sino que representa una dualidad, …las propiedades estructurales de
los sistemas sociales son a la vez condiciones y resultados de las actividades
realizadas por los agentes.
Las dimensiones estructurales son a la vez anteriores a la acción, como sus
condiciones, y posteriores, como sus productos. Tanto un medio como un
producto de las prácticas que organizan recurrentemente, o, el momento de
producción de la acción son también de reproducción de los contextos de
realización cotidiana de la vida social.
En la demanda profesional, la persona
puede dirigirse directamente al servicio o el trabajador social puede tener la
iniciativa del encuentro. (De Robertis, 2003:93).
El campo de la salud tiene una configuración de luchas de poder específicas; en
cada campo de interacción, los recursos adquieren diferentes valores y diferentes
formas ya que el capital, es un recurso que debe ser reconocido como tal en ese
campo particular y, desde ese punto de vista, es que su naturaleza es relacional.
Por eso los agentes deben trazar estrategias en el mismo, que son generadas por
múltiples fuerzas. La habilidad para que esos recursos sean reconocidos como un
capital importante afecta al valor que pueda poseer en ese campo.
Si los profesionales que se desempeñan en el campo de la salud no tienen
herramientas teórico metodológicas que les permita generar esas estrategias
quedan sin posibilidad de pelear un mejor lugar en el espacio social. No podemos
desconocer, al analizar al Trabajo social, que nos estamos enfrentando a la
interacción de varios campos (el campo académico, el trabajo social en educación,
en salud, etc.) al interior de un campo mayor (el Trabajo social en su totalidad).
De
acuerdo a nuestro interés en esta oportunidad creemos relevante centrarnos,
específicamente en el campo académico y el del trabajo social en salud porque
creemos que es donde podemos encontrar respuesta a algunos de nuestros
cuestionamientos, en relación al objeto de estudio planteado.
Establecer las estructuras objetivas al interior de estos campos, o sea las
relaciones entre las diferentes posiciones ocupadas por los agentes y las
diferentes instituciones que compiten dentro de esos campos, con sus estructuras
burocráticas que las caracterizan.
También en este aspecto es preciso observar el
dominio de determinadas escuelas de pensamiento producto de estas relaciones
de poder al interior del campo. Como plantea Bourdieu, “Toda comunidad
científica es un microcosmos social, con sus instituciones de control, de presión,
de formación, autoridades universitarias, jurados, tribunas críticas, comisiones,
instancias de cooptación, etc., que determinan las normas de la competencia
profesional y tienden a inculcar los valores que expresan.” (1991:106-107).
El Trabajo Social y la Evaluación de las Políticas Sociales.
Las políticas sociales, históricamente se han perfilado como el campo predilecto y
distintivo del quehacer profesional del Trabajo Social, Bourdieu considera los
campos como “universos sociales relativamente autónomos” (1987:84) en los
cuales se desarrollan los conflictos específicos entre los agentes, es una red de
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relaciones objetivas entre posiciones que se definen por la forma en que, la
situación actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes
formas de poder (capital), generan determinaciones a los agentes que las ocupan.
En este sentido, la evaluación de las políticas Sociales, ha adquirido gran
relevancia, a finales del siglo XX. Esto como resultado de las más recientes
teorías de la administración pública y administración de programas sociales. Estas
teorías o tendencias enfatizan que los gobiernes deben evaluar los programas o
proyectos sociales para conocer su efectividad y eficiencia.
En respuesta a esta
tendencia, muchos países han Institucionalizado procesos formales de evaluación
de la gestión pública, en general o de las políticas, programas o proyectos sociales
en general.
La evaluación de las políticas sociales, se ha convertido en la preocupación
central de los gobiernos principalmente porque el desarrollo y progreso social que
se viven en el nuevo milenio no omiten ni aminoran la severidad de viejos y
nuevos problemas sociales: pobreza, exclusión, desigualdad.
La complejidad de nuestras sociedades, que presentan una muy desigual
distribución de las oportunidades, y de los problemas que ello genera, exige
miradas más diligentes sobre las políticas y programas que se están
implementando.
Otra de las explicación es, que se relaciona con la permanente
escasez de recursos, cuestión que puede ser mejor enfrentada si la evaluación
permite asegurar el uso eficiente de los recursos.
En base a lo anterior se deduce que, para la profesión de Trabajo Social este
proceso, se convierte en una coyuntura para promover su participación no solo
como ejecutor de las políticas sociales, sino también en un sujeto profesional
activo en este asunto evaluativo, procurando que no solo se considere la eficacia y
efectividad de los programas y proyectos sociales, sino además valores sociales,
como la justicia social, la equidad y el empoderamiento, que son valores
esenciales de la profesión y fundamentales en la sociedad.
Después de revisar diversas conceptualizaciones sobre política social, podemos
decir que estas se refieren a las acciones que decide el gobierno junto con los
múltiples actores, en un proceso dinámico, dirigidas a atender problemas
sociales, de la población en general o de grupos particulares, causados por las
desigualdades, la injusticia social y la falta de equidad, con estas acciones se
busca mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Sin embargo no siempre una política social conduce al bienestar de la sociedad o
parte de ella. O sea que aunque la política social, se supone que tiene fines
nobles tratando de resolver los problemas que afectan a ciertos grupos de la
población, no siempre se logran.
Las políticas sociales, se han visto como estrategias de los propios estados, para
mantener la organización social prevaleciente, basada en el capitalismo, y
cumplen una función social a las que Pastorini (2000:207), nos dice que
…”enmascara y encubre las funciones esenciales que las políticas sociales
desempeñan en el mundo capitalista, al presentarse ante los individuos como
mecanismos institucionales tendientes a “disminuir” las desigualdades sociales”,
“redistribuyendo” los escasos recursos en un sentido contrario al del mercado:
quien menos tiene, será quien más recibirá de las políticas sociales.
Pero en este sistema de “solidaridad social” que no es otra cosa que la cáscara, la
punta del iceberg, que encubre el “carozo” de la cuestión, en este caso sus
funciones políticas y económicas.
El estado busca legitimarse a través de la implementación de programas sociales,
como es el caso de las políticas sociales que se implementan en atención a las
mujeres que acuden al Hospital de la mujer, donde acuden usuarias que en su
mayoría no cuentan con un sistema de Seguridad social (IMSS, ISSSTE, etc.).
El
hecho de nacer en un mundo social conlleva la aceptación inconsciente de cierto
número de postulados incorporados como habitus que de suyo no requieren
inculcación activa al margen de la que se ejerce por el orden de las cosas. El que
no se requiera ningún trabajo de persuasión es una de las principales diferencias
entre la teoría de la violencia simbólica de Bourdieu y la teoría de la hegemonía de
Gramsci (Bourdieu, 1987: 160-161).
El análisis de la aceptación dóxica del mundo, en razón del acuerdo inmediato de
las estructuras objetivas y de las estructuras cognitivas, es para Bourdieu el
verdadero fundamento de una teoría realista de la dominación y de la política. De
todas las formas de “persuasión oculta”, la más implacable es la que se ejerce
simplemente por el orden de las cosas. (Bourdieu 1992: 142-143).
Algunos autores como Pastorini realizan una crítica general a la función de las
políticas sociales en los países, sobre todo en Latinoamérica. No obstante,
también existen críticas más específicas a las políticas sociales. Algunas de ellas
se encuentran resumidas en los estudios realizados en los países del Caribe por la
Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (ECLAC), en este sentido se
señalan algunas críticas como son: que en algunas políticas se observan
inconsistencias entre los objetivos de los programas y la política en general,
además de tener un costo muy alto, que no permite el logro de resultados
propuestos, además otra de las críticas es que fomentan el asistencialismo que el
empoderamiento de los grupos que se impactan con estas.(ECLAC:2001).
Es importante señalar que las críticas que este organismo realiza, son a nivel
internacional y muchas de ellas forman parte de movimiento más amplios de
críticas a los gobiernos por demostrar incapacidad para lidiar con las situaciones
sociales que generan en sus contextos. Aquí se enfocan a criticar los estados
benefactores o Estado de Bienestar, que a decir de Laurell, el estado interviene en
forma ineficaz o ineficiente y lo explica de la siguiente manera: Es ineficaz por que
tiende a la monopolización económica estatal y al tutelaje de los intereses
particulares de los grupos con intereses de mercado.
Bourdieu considera insuficiente la definición que hizo Max Weber del Estado como
una comunidad humana que reivindica con éxito el monopolio de la violencia
legítima. El Estado posee, según él, no sólo el monopolio del empleo de la
violencia física, sino también el monopolio de la violencia simbólica en un territorio
determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente.
Bourdieu razona su propuesta aplicando una vez más su metodología integradora
de las dimensiones estructural y fenomenológica del universo social, y su teoría de
la práctica: “Si el Estado está en condiciones de ejercer la violencia simbólica es
porque se encarna a la vez en la objetividad bajo forma de estructuras y de
mecanismos específicos y en la “subjetividad” o, si se prefiere, en los cerebros,
bajo la forma de estructuras mentales, de percepción y de pensamiento”.
(Bourdieu, 1999: 97-98).
Es ineficiente porque no ha logrado eliminar la pobreza e, incluso la ha empeorado
con el desplazamiento de las formas tradicionales de protección social basada en
la familia y la comunidad. Y por añadidura ha inmovilizado a los pobres generando
en ellos una dependencia del paternalismo estatal, violando la libertad económica,
moral y política que solo el capitalismo liberal puede garantizar.(Laurell;2000:43).
Como se puede evidenciar, esta críticas al estado de bienestar, así como las que
se realizan a la política social el general, se dan en el contexto de las tendencias
neoliberales y las exigencias de una sociedad globalizada y todo esto unido se
convierte en detonante de los cambios en la visión del Estado, que ha generado
cambios en la administración pública y específicamente en la administración de
políticas, programas y proyectos de naturaleza social.
A fines del siglo pasado se experimenta una inquietud por parte de los gobiernos
para reformar la administración pública, entendido como aspecto fundamental para
lograr el desarrollo económico, la estabilidad política y en consenso social.
Las
transformaciones en la administración pública, han provocado cambios también en
los modelos de administración de programas sociales. Ya que con la nueva forma
de administrar el Estado delega la responsabilidad para la ejecución de las
políticas sociales, asumiendo el papel de regulador, fiscalizador y fomentador pero
no de ejecutor.
Conceptualización de la Evaluación.
Al examinar la literatura sobre la evaluación de políticas y programas sociales se
observa que las preocupaciones se centran en cuestiones teóricas y
metodológicas, institucionales y operativas. También se percibe que existen
diversos modelos de evaluación: proceso, resultado, impacto y satisfacción, así
como diferentes técnicas, ya sea cualitativas o cuantitativas.
Quienes se ven concernidos por estas preocupaciones debieran ser, en primer
lugar, los ciudadanos que se ven afectados por la implementación de las políticas
y programas. Sin embargo, el foco de las evaluaciones sólo recientemente
comienza a incluir la preocupación por el juicio ciudadano.
En la mayoría de los casos, los actores que participan de las decisiones sobre
evaluación, son los directivos y autoridades, así como los operadores de las
intervenciones y los profesionales de las ciencias sociales que realizan labores de
evaluación. Esta comunidad de actores requiere participar de un espacio político,
institucional y teórico conocido y compartido con miras a maximizar la capacidad
de aprendizaje que deriva de los ejercicios evaluativos.
Diversas definiciones sobre evaluación apuntan a rescatar tres elementos: es una
tarea rigurosa y sistemática, tiene un carácter retrospectivo y emite juicios de valor
sobre políticas o programas.
a) Una evaluación de programas sociales es el conjunto ordenado y sistemático de
procedimientos que permiten establecer un juicio u opinión sobre el mérito o valor
de un programa para tomar decisiones sobre él que apunten a su mejoramiento
(Fernández-Ballesteros, 1996).
b) La evaluación tiene el propósito de aplicar métodos y técnicas de las ciencias
sociales para levantar juicios relativos a la utilidad y eficacia de las acciones
implementadas, así como a la responsabilidad de las agencias gubernamentales
(Conseil Scientifique de l’Evaluation, 1997).
c) Una investigación evaluativa es un examen riguroso y sistemático de los logros
de una política o programa en relación a las metas propuestas y los efectos
esperados (Sulbrandt, 1993)
d) La evaluación es una valoración retrospectiva de los méritos, importancia y
valor de la aplicación, productividad y resultados de las intervenciones
gubernamentales (Vedung, 1997).
Las definiciones presentadas dejan en claro que la evaluación examina resultados
con una mirada retrospectiva, y no es, por tanto, homologable a las acciones de
seguimiento y monitoreo.
Retomamos algunos lineamientos administrativos para la evaluación de
programas sociales que influyen en el proceso de evaluación de los programas
sociales.
La incorporación de la evaluación en México es muy reciente, el primer
programa gubernamental se evaluó de manera externa a finales de la década de
los noventa, por solicitud del Banco Interamericano de Desarrollo que aportaba
recursos al principal programa federal de combate a la pobreza, el PROGRESA.
En el sexenio zedillista (1994- 2000) se realizaron varias reformas, que condujeron
a la institucionalización de la práctica de la evaluación de los programas sociales.
En 2001 se convirtió en una obligación que todas dependencias que operan
programas sociales definieran indicadores de evaluación y gestión y se
encargaran de que los programas fueran evaluados por instituciones académicas
y de investigación.
Con la aprobación de la Ley de Presupuesto y de Responsabilidad Hacendaria en
el año 2006 se concretó la nueva estructura presupuestal, denominada
Presupuesto por resultados. En este esquema, el proceso de evaluación se inserta
en la cadena del proceso presupuestario: planeación, programación, presupuesto,
ejercicio de control, seguimiento, evaluación y rendición de cuentas (González, et.
al., 2008), con el propósito de que en cada etapa se vaya generando información
sobre el grado de cumplimiento de los objetivos de los programas y sobre el
desempeño de la gestión, y de que esta información sirva para las decisiones de
asignación presupuestal, de mejora administrativa y para la rendición de cuentas.
Como resultado de estos cambios, las evaluaciones de los programas deben
incorporar criterios que apoyen todas las etapas de este proceso. Para lograrlo, se
homologaron los criterios de evaluación de todos los programas sociales: se
elaboraron los Lineamientos Generales, el Programa Anual de Evaluación y se
definió la Matriz de Marco Lógico como herramienta metodológica de evaluación.
El Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL), creado en 2004 como un
organismo público descentralizado, tiene las tareas de medir la pobreza, y de
normar y coordinar la evaluación de la política social del gobierno federal. El
Consejo no es autónomo en la definición de los criterios de evaluación, pues
existen otras normas que exigen que los criterios e instrumentos de evaluación se
elaboren de manera coordinada por tres dependencias: el CONEVAL y las
Secretarías de Hacienda y Crédito Público y la de la Función Pública.
En los lineamientos generales se establecen cinco tipos de evaluación de los
programas sociales: de consistencia y resultados, de indicadores, de procesos, de
impacto y la evaluación específica (cualquiera distinta a las anteriores).
En 2007 y
2008 se realizaron evaluaciones de consistencia y resultados de todos los
programas sociales con términos de referencia uniformes. La evaluación de
impacto, por su grado de dificultad no se considera obligatoria, las dependencias
interesadas en que alguno de sus programas se evalúe lo deberán poner a
consideración de las tres dependencias. (www.coneval.gob.mx).
Refiriéndose a la evaluación, varios autores están de acuerdo en manifestar que
es un proceso que posibilita el conocimiento de los efectos de un proyecto o
programa en relación con las metas propuestas y los recursos movilizados.
Tyler
considera que la evaluación es el proceso mediante el cual se determina hasta
qué punto se alcanzaron las metas propuestas. En el modelo de evaluación que
propone este autor, se consideran las intenciones del programa, las metas y
objetivos de comportamiento y los procedimientos que son necesarios poner en
práctica para realizarlo con éxito.
Por su parte, Schuman define la evaluación como el proceso para juzgar el mérito
de alguna actividad y de esa manera, conocer los procesos aplicados y las
estrategias, que permiten su comprensión y redefinición, en el caso de que ésta
última sea necesaria. De acuerdo con este autor, el objetivo principal de la
evaluación es descubrir la efectividad de un programa y para esto, se toma como
base de comparación sus objetivos, a la luz de la relación entre los objetivos y sus
presuposiciones.
Stufflebeam define la evaluación como “... el proceso de identificar, obtener y
proporcionar información útil y descriptiva sobre el valor y el mérito de las metas;
la planificación, la realización y el impacto de un objeto determinado, con el fin de
servir de guía para la toma de decisiones; solucionar los problemas de
responsabilidad y promover la comprensión de los fenómenos implicados.
Así, los
aspectos claves del objeto que deben valorarse incluyen sus metas, su
planificación, su realización y su impacto”. De manera que, según plantea el autor,
el propósito fundamental de la evaluación no es demostrar sino perfeccionar.
La definición realizada por la ONU en 1984, expresa que la evaluación constituye
el proceso en que se determina, de manera sistemática y objetiva, la pertinencia,
eficiencia, eficacia e impacto de las actividades en relación con los objetivos
planteados para la realización de estas (Urrutia Barroso L.
El sistema de
monitoreo y evaluación en el contexto de los Proyectos APPL/PDL/UNIFEM. 2004.
Observaciones no publicadas).
La finalidad de la evaluación, de acuerdo con esta
definición, es la mejora de las actividades en su desarrollo, para contribuir en la
planificación, programación y la toma de decisiones.
El Comité de Ayuda al Desarrollo (OCDE) expresa que la evaluación es una
función que consiste en hacer una apreciación tan sistemática y objetiva como sea
posible sobre un proyecto en curso o acabado, un programa o un conjunto de
líneas de acción, su concepción, su realización y sus resultados.
La evaluación
trata de determinar la pertinencia de los objetivos y su grado de realización, la
eficiencia en cuanto al desarrollo, la eficacia, el impacto y la viabilidad.
Un aspecto que la literatura no suele clarificar se refiere a los diferentes objetos de
evaluación.
Es diferente evaluar un programa que evaluar una política. Las
políticas son la forma en que el Estado satisface la demanda y necesidades
sociales (CEPAL 1998). Las políticas establecen prioridades y orientaciones
generales e indican la población beneficiaria y focalización. La evaluación de
políticas afecta a varios campos funcionales orientados por un propósito común.
Se refiere al análisis sistemático de un problema y los programas asociados, de
modo que quienes diseñan las políticas puedan seleccionar los programas y
políticas más adecuadas para obtener los resultados deseados.
Requiere de definiciones estratégicas de mediano plazo que permitan contrastar
avances, logros y dificultades que un conjunto de acciones alcanzan en relación a
los objetivos generales planteados. La evaluación de políticas es poco frecuente a
nivel internacional y nacional.
Sin embargo, esta tarea, que será retomada más
adelante, es ineludible en el marco de una sociedad en constante cambio que, no
obstante los progresos en diversos campos, arrastra viejos y nuevos problemas
sociales que demandan respuestas por parte del Estado.
Los programas sociales son “un conjunto especificado de acciones humanas y
recursos materiales diseñados e implantados organizadamente en una
determinada realidad social, con el propósito de resolver algún problema que
atañe a un conjunto de personas”.
Pueden dividirse en subprogramas y éstos en
acciones o proyectos (Fernández-Ballesteros, 1996).
Los programas no son intervenciones espontáneas, sino que responden a una
cuidadosa preparación. Constituyen una propuesta de solución a determinado
orden de cosas que se desea modificar, de forma tal que el diseño de las
intervenciones expresa una concepción y una teoría determinada sobre la pobreza
y el desarrollo.
Evaluar un programa, además de evaluar procedimientos,
productos y resultados, es una forma de conocer si las hipótesis de base del
programa, sus conceptos centrales y su particular teoría, funcionan para los
problemas que este pretende resolver.
La principal utilidad que deriva de las evaluaciones tiene relación con estimar la
efectividad y la eficiencia de los programas. La efectividad dice relación con
conocer si la teoría implícita en cada programa, con sus correspondientes
expresiones metodológicas y técnicas (Cómo hacerlo, en quiénes focalizar, por
cuánto tiempo, etc.)
Aporta las respuestas que se buscan y genera los cambios
que se requieren. También interesa estimar si esta teoría pudiera ser aplicable a
otros campos o población beneficiaria.
La eficiencia tiene relación con maximizar el impacto del gasto público, el que
siempre enfrenta desafíos asociados al costo de oportunidad de asignar recursos
a determinados programas en relación a otros, en un contexto de variadas y
complejas necesidades sociales no satisfechas.
La evaluación no sólo es útil ex post, también lo es durante el desarrollo de los
programas. Suele entendérsela como un instrumento útil en el contexto del ciclo
de planificación, al momento de cerrar un proceso para extraer lecciones para
nuevos diseños.
Otra mirada que se ha extendido ampliamente entre los
planificadores y directivos de programas, es la que utiliza el instrumento evaluativo
en el proceso de desarrollo del programa como un instrumento que contribuye a
introducir mejoras en la fase de ejecución y al rediseño.
En este sentido, los programas son cursos de acción que se instalan en contextos
marcados por la complejidad, por lo que su desarrollo implicará siempre un
espacio de dificultad y conflicto, a partir de cuya evaluación es posible generar
aprendizajes, sobre todo para la disciplina de Trabajo Social, cuyo objeto de
intervención son los problemas y necesidades sociales.
El no evaluar las políticas sociales tiene efectos muy adversos que son de gran
importancia para el gremio profesional de Trabajo Social, como señala Lorena
Molina quien fungiera como presidenta de la Federación Internacional de Trabajo
Social, la evaluación de las Políticas Sociales, es un compromiso ético, (Mayo:
2010).
La falta de evaluación puede hacer que no se solucionen los problemas de las
poblaciones que se impactan, ya que se dificulta obtener información que permita
concebir y analizar los problemas correctamente. O sea, no mejoran las
condiciones de los pobres, las personas no superan los problemas de adicción, las
personas de la tercera edad, por ejemplo, no alcanzan calidad de vida, las
personas con discapacidades siguen rezagadas, continúa la violencia doméstica,
etc… (Rodríguez: 2006).
Al ordenar el amplio campo de funciones que corresponden a la evaluación, es
posible establecer tres áreas principales: colaborar a la toma de decisiones y
contribuir a optimizar la gestión pública; generar conocimiento y aprendizajes en el
área de la planificación social y aportar al control ciudadano, políticas y los
programas sociales.
El desarrollo de la evaluación de programas sociales, no es fácil ni puede
emprenderse de un momento a otro la realización de estudios de evaluación. Es
necesario resolver no pocas cuestiones previas. En primer lugar, cuestiones de
orden político-institucional, que se refieren a la disposición efectiva de las
autoridades y responsables de los programas a evaluar sus programas, y a asumir
que ello podría tener implicancias posteriores sobre los mismos, sin que este
proceso sea visto como una amenaza sino como una oportunidad.
En segundo lugar, las cuestiones de orden socio cultural que dicen relación con el
clima cultural y la legitimidad que tienen este tipo de estudios. En lo propiamente
técnico, es necesario determinar cuestiones tan concretas como conocer si están
claros los objetivos a evaluar, si se dispone de registros e información del
programa y si existen condiciones prácticas para poder realizar las actividades de
investigación requeridas.
El Trabajo Social y la Evaluación de las Políticas Sociales.
La evaluación de las políticas sociales, ha adquirido gran relevancia, a finales del
siglo XX. Esto como resultado de las más recientes teorías de la administración
pública y administración de programas sociales.
Estas teorías o tendencias enfatizan que los gobiernes deben evaluar los
programas o proyectos sociales para conocer su efectividad y eficiencia. En
respuesta a esta tendencia, muchos países han Institucionalizado procesos
formales de evaluación de la gestión pública, en general o de las políticas,
programas o proyectos sociales en general.
La evaluación de las políticas sociales, se ha convertido en la preocupación
central de los gobiernos principalmente porque el desarrollo y progreso social que
se viven en el nuevo milenio no omiten ni aminoran la severidad de viejos y
nuevos problemas sociales: pobreza, exclusión, desigualdad.
Otra explicación, es
que a pesar de las innovaciones institucionales y programáticas, las soluciones
que se han puesto en marcha no arrojan los resultados esperados.
La complejidad de nuestras sociedades, que presentan una muy desigual
distribución de las oportunidades, y de los problemas que ello genera, exige
miradas más diligentes sobre las políticas y programas que se están
implementando.
Otra de las explicación es, que se relaciona con la permanente escasez de
recursos, cuestión que puede ser mejor enfrentada si la evaluación permite
asegurar el uso eficiente de los recursos.
En base a lo anterior se deduce que, para la profesión de Trabajo Social este
proceso, se convierte en una coyuntura para promover su participación no solo
como ejecutor de las políticas sociales, sino también en un sujeto profesional
activo en este asunto evaluativo, procurando que no solo se considere la eficacia y
efectividad de los programas y proyectos sociales, sino además valores sociales,
como la justicia social, la equidad y el empoderamiento, que son valores
esenciales de la profesión y fundamentales en la sociedad.
Después de revisar diversas conceptualizaciones sobre política social, podemos
decir que estas se refieren a las acciones que decide el gobierno junto con los
múltiples actores, en un proceso dinámico, dirigidas a atender problemas
sociales, de la población en general o de grupos particulares, causados por las
desigualdades, la injusticia social y la falta de equidad, con estas acciones se
busca mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Sin embargo no siempre una política social conduce al bienestar de la sociedad o
parte de ella. O sea que aunque la política social, se supone que tiene fines
nobles tratando de resolver los problemas que afectan a ciertos grupos de la
población, no siempre se logran.
Crozier (1992) dice que: “el objetivo esperado, rara vez se logra”.
Algunas veces el
resultado se acerca un poco y otras veces es contrario al resultado esperado” (
Hintze, 2001:1) , esto es razón suficiente para que los programas sociales que
forman parte de la política social reciban críticas en forma frecuente.
Las políticas sociales, se han visto como estrategias de los propios estados, para
mantener la organización social prevaleciente, basada en el capitalismo, y
cumplen una función social a las que Pastorini (2000:207), nos dice que
…”enmascara y encubre las funciones esenciales que las políticas sociales
desempeñan en el mundo capitalista, al presentarse ante los individuos como
mecanismos institucionales tendientes a “disminuir” las desigualdades sociales”,
“redistribuyendo” los escasos recursos en un sentido contrario al del mercado:
quien menos tiene, será quien más recibirá de las políticas sociales. Pero en este
sistema de “solidaridad social” que no es otra cosa que la cáscara, la punta del
iceberg, que encubre el “carozo” de la cuestión, en este caso sus funciones
política y económica.
El argumento de Pastorini es una crítica general a la función de las políticas
sociales en los países, sobre todo en Latinoamérica. No obstante, también existen
críticas más específicas a las políticas sociales. Algunas de ellas se encuentran
resumidas en los estudios realizados en los países del Caribe por la Comisión
Económica para Latinoamérica y el Caribe (ECLAC), en este sentido se señalan
algunas críticas como son: que en algunas políticas se observan inconsistencias
entre los objetivos de los programas y la política en general, además de tener un
costo muy alto, que no permite el logro de resultados propuestos, además otra de
las críticas es que fomentan el asistencialismo que el empoderamiento de los
grupos que se impactan con estas.(ECLAC:2001).
Es importante señalar que las críticas que este organismo realiza, son a nivel
internacional y muchas de ellas forman parte de movimiento más amplios de
críticas a los gobiernos por demostrar incapacidad para lidiar con las situaciones
sociales que generan en sus contextos.
Aquí se enfocan a criticar los estados benefactores o Estado de Bienestar, que a
decir de Laurell, el estado interviene en forma ineficaz o ineficiente y lo explica de
la siguiente manera: Es ineficaz por que tiende a la monopolización económica
estatal y al tutelaje de los intereses particulares de los grupos con intereses de
mercado. Es ineficiente porque no ha logrado eliminar la pobreza e, incluso la ha
empeorado con el desplazamiento de las formas tradicionales de protección social
basada en la familia y la comunidad. Y por añadidura ha inmovilizado a los pobres
generando en ellos una dependencia del paternalismo estatal, violando la libertad
económica, moral y política que solo el capitalismo liberal puede
garantizar.(Laurell;2000:43).
Como se puede evidenciar, esta críticas al estado de bienestar, así como las que
se realizan a la política social el general, se dan en el contexto de las tendencias
neoliberales y las exigencias de una sociedad globalizada y todo esto unido se
convierte en detonante de los cambios en la visión del Estado, que ha generado
cambios en la administración pública y específicamente en la administración de
políticas, programas y proyectos de naturaleza social.
A fines del siglo pasado se experimenta una inquietud por parte de los gobiernos
para reformar la administración pública, entendido como aspecto fundamental para
lograr el desarrollo económico, la estabilidad política y en consenso social.
Las transformaciones en la administración pública, han provocado cambios
también en los modelos de administración de programas sociales. Ya que en la
nueva forma de administrar, el Estado delega la responsabilidad para la ejecución
de las políticas sociales, asumiendo el papel de regulador, fiscalizador y
fomentador, mas no de ejecutor como debiera corresponderle.
Conclusiones
Consideramos que el Trabajo Social tiene una gran deuda con el área de la salud
como campo de desarrollo profesional y académico. Pareciera que ha pasado de
moda o que no es considerado “un sector de vanguardia”, no ha podido desligarse
de la asociación con su condición de origen de auxiliar del saber médico.
La salud dejó de ser históricamente centro de preocupación, quizás debido a la
complejidad de la “cuestión social” lo que generó otros espacios de intervención
profesional habiendo quedado relegada del mundo académico.
Por esto es necesario generar elementos de reflexión que contribuyan a modificar
las modalidades de intervención profesional en el sector aportando elementos que
estimulen el debate respecto a la reformulación curricular de grado y posgrado
tendiente a la incorporación de contenidos en el área de la salud pública y gestión
de la salud y a la discusión académica relevante para el área.
La discusión académica, no solo teórica, sino también en lo que refiere a la
divulgación de las experiencias profesionales posibilitaría el crecimiento
profesional pues les darían una mayor solidez, lo cual es imprescindible a la hora
de procurar un lugar en los equipos interdisciplinarios.
El Trabajador Social, a nuestro entender debería tener una importante formación
teórica que le permita establecer las mediaciones necesarias para intervenir sobre
la realidad, a partir de la comprensión de por qué y sobre qué se actúa. Es
necesario, entonces, pensar en formar un profesional que pueda posicionarse de
manera diferente superando el lugar de subordinación y mero instrumento
administrativo que muchas veces ocupa la profesión, donde solo responde a los
intereses estructurales.
Bourdieu, Se refiere a un estructuralismo en el sentido de reconocer “estructuras
objetivas, independientes de la conciencia y de la voluntad de los agentes, que
son capaces de orientar o de coaccionar sus práctica o representaciones”
(Bourdieu;1987:127) Y constructivismo por la convicción de que “hay una génesis
social de una parte de los esquemas de percepción, pensamiento y acción que
son constitutivos de lo que llamamos habitus, y por otra parte estructuras, y en
particular de los que llamo campos o grupos...”( Bourdieu;1987:127) .
Los y las Trabajadores (as) Sociales tanto como planificadores o ejecutores de la
política social, siempre son gestores de una construcción material y simbólica del
universo social, su labor debe ser alcanzada por la crítica permanente. El sesgo
que históricamente emparentara al Trabajo Social con la caridad, la beneficencia y
la filantropía, debería alertar nuestra atención a fin de inhibir prácticas de tipo
individualistas, asistencialistas y clientelares.
La violencia simbólica se genera a
partir del reconocimiento de la legitimidad exclusiva de los valores de la clase
dominante desconociendo el espacio social en donde se establece,
simbólicamente, la lucha de clases.
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