miércoles, 24 de febrero de 2010

LUDÓPATAS EN CULIACAN



El aumento de casas de juego que se han instalado en la ciudad de Culiacán ha provocado un incremento considerable de ludópatas en la ciudad.

El incremento en el número de ludópatas, ha obedecido al aumento de la oferta de juegos de azar que se ha generado con la proliferación de casinos que se han diseminado por los principales puntos geográficos de la ciudad.

Algo que llama la atención es, que son las féminas, las que acuden con mayor frecuencia y por mayor número de horas a los casinos.

Fenómeno que se ha observado es, que las amas de casa ludópatas, acuden desde temprana hora a hacer sus apuestas e incluso, después de haber jugado por más de cuatro horas seguidas, retornan a sus casas para hacer sus labores domésticas, pero regresan por la tarde-noche a continuar desfogando sus frustraciones o ansiedades mediante sus apuestas.

En entrevistas realizadas al azar, nos hemos percatado de que algunas de ellas, pierden grandes cantidades de dinero: cuestión que ocultan a sus amistadas y familiares, aduciéndoles que “salieron parejas” o que incluso llegan a ganar mil o dos mil pesos, cosa que en la mayoría de los casos es falsa, pues ellas mismas manifiestan, que incluso se han quedado sin dinero para comprar tortillas y demás alimentos para el desayuno del siguiente día.

Otra cuestión que se ha observado, es que muchas de estas mujeres son profesionistas u oficinistas; aunque claro está que también acuden a estos sitios mujeres de clase social media alta, quienes incluso llegan a perder desde cinco mil a diez mil pesos a la semana.

Dentro de las razones que refieren para asistir a esos lugares destacan las siguientes: su aburrimiento a la rutina que siempre han llevado en sus hogares o en sus centros de trabajo; el sentirse solas o abandonadas por sus parejas, familiares o amigos, de tal manera que ello las inclina a buscar un desahogo en el juego.

Fueron escasas las personas que se entrevistaron en esos lugares las que señalaron que lo hacían por primera vez o menos de tres veces en lo que llevaba de funcionamiento el casino. La mayoría de ellas refirió que lo hacían por lo menos dos veces por semana.

Por lo que podemos inferir que la persona que pisa uno de esos centros, o prueba suerte con algún juego en particular, vuelve a repetir la experiencia, de tal suerte qu, este tipo de distracción es altamente adictiva, inclusive, nos pudimos percatar, que había algunas féminas que esperaban turno para jugar en “su maquinita”.

Como todas las adicciones, ésta también debe ser detectada en su etapa más temprana, por lo que habremos de estar atentos, por sí alguno de nuestros familiares o seres queridos se encuentra en esa situación , de tal manera que, estemos prestos para brindarles nuestro apoyo, para que caiga en las profundidades de las luces y sonidos que brindan los juegos de azar.

Algunas, victimas de la ludopatía, pudimos observar que les causa tanto placer estar en “ su maquinita” que la acarician amorosamente, sí es que ganan; o bien, las golpean, en caso de perder el juego.

Son múltiples los problemas que ocasiona la ludopatía, tanto para el ludópata, como para sus familiares y amigos, pues el ludópata, llega a perder grandes cantidades de dinero o de parte importante de su patrimonio.

En casos extremos llegan a robar o mentir a sus familiares; empeñan objetos personales, como joyas u otras pertenencias, o bien dejan de cumplir deberes, como pago de impuestos, recibos de servicios, como pueden ser: agua, luz, teléfono u otros servicios con lo que cuenten en su hogar.

En casos verdaderamente extremos, los ludópatas llegan incluso a perder a sus parejas , familiares o amigos, pues para ellos llega ser más importante su adicción al juego, de tal suerte (valga la ironía) que están dispuestos a perder cualquier otra casa, antes de alejarse de su adicción.

Como en toda adicción, el ludópata, niega su adicción; en sus primeras etapas, porque no es consciente de que ha adquirido la enfermedad de la ludopatía; posteriormente, debido a que tal es su ceguera, que sus sentidos y razonamientos le impiden ver más allá de las luces y sonidos de “ sus maquinitas preferidas”

Es común, que el ludópata niegue que lo es, aduciendo que sus apuestas son en pequeñas cantidades; porque sólo asiste cuando no tiene nada que hacer; porque cuando empieza a perder se retira del juego ( negando que se retira de una “maquinita” para sentarse en la otra o para regresar más tarde u tro día a ver si se repone de la pérdida registrada).

Una profesora de una importante universidad de la localidad, comentó que para ella el juego no es una actividad adictiva, aunque sí ha conocido casos de compañeras suyas que pierden grandes cantidades de dinero y asisten más de tres veces por semana. Pero que ella, insiste, una y otra vez, que no es ludópata, porque siempre apuesta poquito y casi siempre gana, cuando asiste al casino una vez por semana, qué es el día en que hay promoción.

Al momento de realizar la observación directa, en algunos de los casinos de la ciudad, pudimos advertir, que algunos rostros se veían desconectados de la realidad, absortos y con la mirada fija en las luces y movimientos de las diversas figuras que velozmente pasaban por el monitor del aparato de juego.

Otros, parecían preocupados o esperanzados de que la suerte les cambiara en ese juego; unos mas se tocaban la cartera o sus bolsos, haciendo intentos por levantarse para ir a las cajas donde adquirirían otros boletos para seguir jugando.

Observamos un caso, en que dos amigas o compañeras de trabajo a pesar de que estaban sentadas juntas en el mismo modulo de jugo, no volteaban a verse o a conversar, pues sus ojos se veían atentos a las luces y figuras, mientras que sus oídos solo escuchaban los ruidos ensordecedores de las maquinas, mientras que sus dedos (solo uno) aplastaba robóticamente las teclas de su amada “maquinita”, por lo que su compañera o amiga, desaparecía de su escena afectiva.

Solo en lo casos en que tras largos períodos de estar “aporreando” como zombies las teclas del aparato y se escuchaba el ruido característico de que su compañera ganaba, volteaba rápidamente y murmuraba algo ininteligible, para luego con furia seguir golpeando la tecla.

Algunos hombres y mujeres mecánicamente metían sus manos a sus bolsas y a tientas sacaban un cigarro o tomaban un sorbo de refresco o cerveza , pero sin despegar el dedo del botón del aparato o su mirada del monitor.

Otros más cansados de tantas horas de estar sentados, se semiacostaban en las sillas o subían sus pies a las sillas vacías, mientras hacían trabajar su dedo como si en ello se les fuera la vida.

Unas maestras de escuela primaria, nos refirieron que a ellas les había surgido la idea de visitar los casinos, a raíz de que un día, una de ellas asistió a los casinos de Las Vegas Nevada, por lo que le sugirió a sus compañeras de trabajo asistir un día, por lo que ahora religiosamente asisten una vez por semana, dejando cada vez en el casino cantidades que oscilan entre los 300 y 500 pesos.

Un profesor jubilado de la Universidad, comentó que el compra fichas de 50 pesos, pero que la mayoría de las veces no le duran ni 10 minutos, pero que en cuanto se le acaba, acude a la caja a adquirir otros 50 pesos, hasta acumular un promedio de 200 o 300 pesos.

 Algo que es común en algunos casinos, es que la mayoría de los asistentes parece proceder de la clase media baja, pues su vestimenta así lo deja ver: zapatos desgastados o portan uniformes de las empresas en que laboran; otra cuestión es que, lo que abunda más, es que la mayoría parecen ser amas de casa, pues es mayor la cantidad de mujeres que se ven en esos lugares, quienes por su apariencia parece ser, que salen de compras al supermercado.

Son pocos los jóvenes (sobre todo hombres) los que se ven en esos lugares; la mayoría son personas adultas o de la tercera edad, lo cual indica que la juventud está expuesta a otro tipo de adicciones; que hay que tener presentes, para tomar las medidas pertinentes, antes de que este remolino de nueva adicción que ha llegado a nuestra ciudad no les afecte, como ya ha sucedido con sus progenitores o a sus abuelos, quienes han sido enganchados por las jugosas ofertas que les hacen las “maquinitas” de ganar desde los 100 mil hasta 500 mil pesos a quienes resulten agraciados con los favores de la diosa fortuna; sin embargo, como es de suponer, dichas cantidades, no pudimos observar que nadie ganara en todas las sesiones que estuvimos de observadores, pues como es sabido, dichos artefactos, no están diseñados y programados para perder, sino todo lo contrario, nacieron para ser los eternos ganadores.


Culiacán, Sinaloa Invierno de 2010

Antony Peper

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