sábado, 17 de julio de 2010

MI PADRE Y YO... O YO Y MI PADRE?

¿MI PADRE Y YO, O YO Y MI PADRE?

Desde que tuve uso de razón, sentí que no era querido por mi padre, sin embargo, recuerdo que aunque no era bueno en los estudios, las maestras y maestros siempre me seleccionaban para formar parte de los equipos deportivos y culturales de la escuela, donde siempre lograba sobresalir por encima de mis compañeros de clase.

A pesar de eso, no me alegraba, por el contrario me angustiaba al pensar lo que sentirían aquellos que no eran tomados en cuenta para representar a la escuela; eso me hacía suponer que los que no habían sido elegidos, rechazarían mi amistad.

En los momentos de las premiaciones, quería desaparecer, me sentía angustiado y con miedos a expresar las alegrías que sentía en mi interior.

Siempre sentí que era diferente a los demás, me comparaba con ellos y siempre me encontraba distinto, pero yo quería ser igual a ellos, ni más, ni menos. En casa, por el contrario, me sentía inferior a todos, sobre todo a mi padre.

Desde la primaria, he sentido la sensación de que siempre he decepcionado a mi padre, pues siempre he obtenido las peores calificaciones, incluso cuando en pláticas de familia me dicen que desde el kínder me expulsaban con frecuencia por peleonero y por destruir todo el material escolar.

Así que desde siempre no me he sentido cercano a él y sentía que no podía hacer nada para agradarle. Desde entonces me preguntaba: ¿Se dará cuenta mi padre de la distancia que hay entre nosotros? ¿Sentiría que que tenía ganas de escuchar que me quería y que se sentía orgulloso de mi?. ¿Sentiría mi necesidad de querer expresarle mis sentimientos y emosiones?.

Aunque no me lo decía, quería que yo fuera mejor que él, en todo. Yo nunca quise serlo, pero me angustiaba a cada momento de cometer errores, de estar en el lugar equivocado, de decir o hacer algo que le molestara.

Me odiaba a mi mismo, por no ser como quería mi padre que fuera. Me daba miedo ponerlo en ridículo frente a sus amistades. Sentía que era mi obligación ser como él quería que fuera, después de todo, el hijo debe ser como sus padres lo fueron; como decían sus amigos: “hijo de tigre…pintito”.

Al salir de la secundaria, me di cuenta de que jamás sería como mi padre: el fue siempre el hijo predilecto, el amigo ideal, el mejor alumno.

El hecho de ser un fracasado en los estudios agrandó la distancia entre mi padre y yo, o entre yo y mi padre. Me distancié de él y me refugié en mi madre y en mis amigos, aunque muy dentro de mí, siempre supe que mi padre me quería tal y como siempre he sido.

En la prepa, seguí siendo aceptado en los equipos deportivos y culturales, pese a que seguí siendo un pésimo estudiante. Era sociable y divertido, por lo que aún cuando apenas conociera a los demás chicos y chicas, ya me decía y les decía a los demás que “eran bien camaradas”, tal vez en mi afán de ser aceptado por ellos.

Pero no tenía ni idea del daño que podían causarme, como muchos de ellos lo hicieron al correr de los años. Era el mayor de dos hermanos y una hermana a los que me sentía cercano, pero ni aun a ellos les comunicaba mis miedos y mis sufrimientos al interior de la familia.

Me sentía completamente solo, por lo que creía que el único modo de obtener algo de la aprobación de mi padre era ser bueno, educado y estudioso, pero pese a mis esfuerzos no lo conseguía mas que por breves momentos, por lo que al término del ciclo escolar, seguía teniendo los peores fracasos, lo cuales durante muchos años oculté, pues obtenía la confianza de mi padre al decirle que todo iba de maravilla en la prepa y que quería ser psicólogo.

Aprendí a actuar, a simular, a ser alguien que en realidad no era; esto, jamás me funcionó con los demás, pues los que yo consideraba “bien camaradas”, sabían que no era así.

Con el paso del tiempo, empecé a distanciarme cada vez más de toda la familia y a acercarme cada vez mas con “los bien camaradas”, escuchaba sus historias y las hacía mias, por lo que cada vez crecía dentro de mi la necesidad de que escucharan mis fantasias, de ser aceptado y aprobado por mi padre y de ser aceptado por mis hermanos y demás familiares.

Estas carencias, las fui supliendo con las satisfacciones que encontraba al ser aceptado por mis “amigos a morir”, por lo que cada vez más fueron estos amigos, los que me indicaban que era lo que me convenía hacer, decir o ser.

Llegado el tiempo de terminar la prepa, sentía que algo dentro de mí debía ir horriblemente mal. Seguía sintiéndome incómodo con mi padre, me parecía que todo lo que me decía era para molestarme, que siempre me estaba poniendo a prueba, y yo sentía que hiciera lo que hiciera o dijera lo que dijera, siempre me iba a reprochar algo.

Lo recuerdo diciéndome desde entonces “ Si sigues así… no vas a lograr nada bueno en la vida”, también me recuerdo diciéndole “ y usted siempre dándome la contra”.

Sin embargo, dentro de mi sabía que tenía algo de razón, por lo que quería seguir teniendo su confianza y aprobación, incluso a pesar de mis fracasos escolares, pues pasaban los años y no lograba terminar la prepa.

A menudo me preguntaba ¿En qué me iba a convertir entonces? ¿Cómo iba a llegar a cumplir mis metas, sí ni siquiera sabía con claridad cuales eran?.

En los últimos años de la prepa sentía cada vez la necesidad de encontrar a cada momento a los que yo creía eran “bien camaradas”. Quería ser como ellos, por lo que me convertí en el chico más popular de la cuadra y de la prepa: era el que mejor cantaba en todas las reuniones, era el más fuerte del equipo deportivo, el más popular con las chicas.

Sin embargo, interiormente me sentía indigno y despreciable dentro del seno familiar, pues en mi afán de cosechar amigos, había realizado acciones que no eran bien vistas por la sociedad, mucho menos por la familia y por mi padre.

Por fuera, era un tipo encantador, que sonreía siempre, que ayudaba a los demás en todo.

Muchos años después, me di cuenta que gran parte de mis sentimientos, eran malas interpretaciones, que mi padre en realidad no era tan cruel ni indiferente como yo imaginaba, por lo que llegué a comprender que yo mismo había contribuido en gran medida a mi propia angustia y sufrimiento.

Sin haber concluido la prepa, salí de casa, pero no lograba salir de mi mismo. Tuve amores ocasionales con algunas chicas, algunos trabajos temporales, pero nada de importancia.

Al regresar a casa, me pareció que nunca había salido, llegué, tal y como había salido, quizás peor, pues en mi afán de hacer amigos, había hecho amigos, que al final de cuentas, no habían resultado ser “los bien camaradas”, que había creído que eran.

Estos “bien camaradas”, combinaban lo negativo que yo percibía que tenía mi padre: exigentes, criticones, amenazadores, manipuladores, por lo que combinaban sus actitudes para inducir a los demás a realizar cosas que resultaran en su beneficio personal, sin importar que con ello, perjudicaran a los demás.

Estos amigos, hicieron que resurgiera en mi el afán de fingir lo que no quería ser y realizar actos que no quería hacer, por lo que a menudo para sentirme en ambiente, adoptaba sus actitudes, con tal de sentirme integrado a este grupo de los que creía “bien camaradas” y no considerarme un fracasado y ser feliz, tal y como ello pretendían serlo.

Hoy, después de reflexionar en lo que ha sido mi vida, me he propuesto ser lo que en mi interior siempre he querido ser y en lo que mi padre siempre ha querido que sea: un hombre de bien, de buenos hábitos, dejar de frecuentar a mis antiguos amigos y concentrarme en continuar mis estudios.

Hoy, siento que mi vida ha empezado a cambiar el curso de mi vida, pues he encontrado el apoyo para recuperar mi vida y dirigirla hacia el camino de la plenitud y la libertad.

Hoy, he encontrado verdaderos amigos, que me están ayudando a sanar mi heridas emocionales y a perdonar y ser perdonado por mi padre.

Poco a poco, la falta de comunicación y malos entendimientos con mis padres y hermanos ha quedado atrás; ya empiezan a cerrar las heridas del alma que se habían abierto por el peso de las lagrimas no derramadas y por los sentimientos no expresados.

También he comprendido que mi vida tiene valor y sentido, y que yo soy el que debo enfrentar la batalla por salir adelante y vivir en plenitud.

Mis nuevos amigos, el amor de mis padres, hermanos, familiares y de mi “novia prefe”, me han ayudado a comprender que tengo el derecho y la posibilidad de vivir en libertad; de que puedo liberarme de pensamientos negativos que disminuyen mi autoestima.

Hoy he aprendido, que un hijo, por el solo hecho de serlo, ya es un ser querido, y que eran mis pensamientos erróneos, los que provocaban mis sentimientos y mis actos descontrolados.

Hoy he aprendido a no sentirme un fracasado, para no ser un fracasado; dejar de sentirme rechazado, para aceptar que he cometido un error.

Hoy, he aprendido a dejar de compararme con los demás y pretender ser igual a los demás.

Hoy he comprendido, por primera vez en mi vida que el amor de un padre es incondicional; es un amor sin juicio, donde no hace falta decir “perdóneme apá”, para sentir un “te perdono por siempre mi bebe”.

Hoy he sentido el amor de un padre por su hijo y el de un hijo por su padre. Me ha caído el “veinte” de que todo lo que este padre me pedía era que fuera yo mismo, que destacara en la vida, que fuera auténtico.

Hoy he entendido que siempre fui aceptado por él y que siempre me ha querido y se ha preocupado por mí, pese a los errores cometidos, pues dentro del hijo hay un padre y dentro del padre existe un hijo.

Hoy también me he dado cuenta de que en mi había un niño desorientado que necesitaba reconocimiento y amor incondicional; al proporcionárselo, le pedí perdón por no haberme dado cuenta de su existencia; al hacerlo, descubrí que me quería a mi mismo y empecé a perdonarme, y a querer y perdonar a mi padre, por lo que me propongo salir del bache y caminar hacia la libertad para poder salir adelante en la vida.

Finalmente he aprendiendo a decir NO o a decir SI a quienes son “bien camaradas mios”.


Antony Peper
Culiacán, Sinaloa, verano de 2010

No hay comentarios.: