martes, 30 de noviembre de 2010

PATOS DE AQUÍ Y ACULLÁ


PATOS DE AQUÍ Y ACULLÁ

Al pardear la tarde..., en un hermoso lugar que lucía esplendoroso sí se le veía de lejos, donde habían sentado sus reales desde unos años atrás unas docenas de patos: algunos lindos y hermosos, otros feos y desgarbados... y otros más, ni fu ni fa; pero todos ellos se sentían el último cisne del lago, por lo que cualquier otro espécimen que osase oponerse a sus designios era cruelmente estigmatizado como “loquito”, “inepto”, “huevón” y otros epítetos más.

Esto que les contaré y que me dijeron los que fueron testigos presenciales de tales hechos, según dicen ellos fue “la real realidad”.

Según sus testimoniales..., esa tarde pardeada, los patos provenientes de Canadá y de Alemania, expertos en hipnoterapia y desarrollo organizacional, quienes eran los que repartían el cereal, juzgaban entre gritos destemplados la cobarde actitud asumida por los patos caseros en general y de la suya propia en particular.

Con fuertes expresiones castigaban la sumisión incondicional de que daban al innombrable,  un pato cojo venido a más, el cual desde su propio corral, daba órdenes a diestra y siniestra, poniendo y quitando patos, según su grado de sumisión.

Unos patos alemanes decían “porqué hemos de seguir dejando que disponga de nosotros y de nuestras familias a su antojo”.

Otra patita linda dijo tímidamente “es que él es el que sabe, el es nuestro gurú”.
Tendrás razón”, dijo una pata desgarbada venida desde los fríos lagos de Canadá.
La pata alemana, al oír aquellas expresiones, casi le da el “patatuz”, y erizándosele sus hirsutas plumas espetó: “pues si no me elige a mí como sucesora, quiero quedarme donde mismo… díle que no me quite”, díjole a la pata canadiense.

Algunas patitas que siempre se habían comportado muy propias acatando las ordenes de las patas que habían sido designadas por el innombrable, decían :
"!Es una vergüenza!, que vivamos en semejante abyección, presas voluntarias de nuestro tirano, contentándonos con ruidosas e inútiles protestas, cuando vemos que siempre se queda con el mejor cereal, que de vez en cuando nos manda el gurú mayor.

A lo que todas a una, otras patitas disidentes, empezaron a corear, “Sí…, cómo es posible, que dejemos que a nuestros hijos les dejen sin cereal..., que nunca hagamos un gesto de rebelión..., sin que luchemos por nuestros fueros..., o tan siquiera emprendamos la fuga a otros sectores del corral..., dejándolo plantado y recuperando nuestra independencia y nuestra dignidad tantas veces pisoteada”.

Sus gritos eran tan fuertes, que un desgarbado pato silvestre que pasaba por allí volando en libertad, los oyó; y dejándose livianamente caer cerca de ellos, se mezcló en la conversación.

Escuchó con atención todo lo que decían los patos caseros: sus quejas contra el tirano y sus aireadas protestas, y aprobó sus amagos de rebelión.

Los patos caseros lo miraron con el rabillo del ojo, cuando manifestó su conformidad con lo que ellos mismos decían; pero siguieron conversando, sin hacer caso de él.

Una patita cubana impugnó a uno de ellos su falta de unión para sacudir el yugo que sobre los patos caseros pesaba. Aplaudiole efusivamente al pato  forastero..., recibió como respuesta un murmullo rezongón de toda la multitud.

Otro pato casero tildó a sus compañeros y a sí mismo de cobardes. “Tienes razón, le dijo el pato forastero enconchando su ala izquierda, para decir aquello en voz baja y en sordina.

Un ensordecedor repiqueteo de desaprobación se dejó escuchar a todo lo largo y ancho del corral.

“Somos todos unos sinvergüenzas”, graznó un aprendiz de pato; a lo que el pato silvestre, entusiasmado por tanta elocuencia, dejó escapar entusiasmado un...“¡Es cierto!”.

Dicen los que lo vieron..., que esa expresión, casi le cuesta la vida, porque después de ello..., salió con unas cuantas plumas desgarradas. Dicen también, que sí no hubiera tenido buenas alas, aquella expresión le hubiera costado la vida; pues..., una cosa es ser patos caseros y confesárselo entre sí, y otra, que un forastero se los venga a decir...

Es un valor entendido que “las plumas sucias se lavan en casa”.

Cuando les pregunté a los que fueron testigos de tan singular hecho, en qué había quedado la reunión..., sólo acertaron a decirme, “ Una rebelión se acerca… los patos se convertirán en cisnes y ese corral donde sucedieron los hechos, será testigo de que los patos, sean caseros, locales o extranjeros, decidan en que salsa habrán de ser cocinados por el innombrable.”.

Y heme aquí..., al rayar el alba, que me encuentro en espera del desenlace de esta obra que se me ha prometido será contada en tres actos.

Culiacán, Sinaloa, invierno de 2010.
Antony Peper


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